La competitividad es uno de los caballos de batalla de los países del sur de Europa, incluido España, para corregir sus desequilibrios económicos. Hasta ahora, la deflación de los salarios (el ya famoso trabajar más por menos) y de la economía en general es el camino escogido para tratar de mejorar la posición exportadora de los países más débiles y así tratar de volver a la senda del crecimiento.
Pocas alternativas se han dado, una vez que parece difícil que Alemania, paladín de la austeridad, trate de estimular a sus consumidores para reducir el superávit gigantesco del país y ayudar así a las exportaciones de los más débiles. Sin embargo, hay otra alternativa: la devaluación fiscal, idea defendida por los profesores Emmanuel Farhi y Gita Gopinah, de Harvard, y Oleg Itskhoki, de Princeton, en un artículo en Project Syndicate.
¿Y en qué consiste esta devaluación fiscal? Muy simple: un incremento del IVA acompañado a su vez de una reducción de las cotizaciones sociales.Con este movimiento se simularía una devaluación de la moneda (algo que está limitado por la pertenencia al euro), ya que encarecería las importaciones y abarataría las exportaciones.
La rebaja de las cotizaciones sociales haría de contrapeso para que las empresas locales no subieron a su vez los precios por el incremento del impuesto al consumo.
Con este movimiento se obtendría un resultado similar al de una salida del euro y una devaluación monetaria, pero sin los riesgos para el país (y para el resto de la Eurozona) que conllevaría una ruptura del euro. Según las investigaciones de los autores, esta "devaluación fiscal" tiene unos efectos muy similares que una devaluación tradicional en términos de PIB, consumo, empleo e inflación.
Además, no contravendría ninguna norma europea. De hecho, Francia ha anunciado que va a hacer algo muy similar y la propia Alemania lo realizó en 2007, cuando elevó su IVA del 16 al 19% y al mismo tiempo recortó las cotizaciones sociales del 6,5% al 4,2%.
Eso sí, este movimiento, como las devaluaciones tradicionales, también crea ganadores y perdedores. La inflación implica que los tenedores de bonos del país sufren una pérdida real, lo mismo que los que tengan acciones si no se ajustan los impuestos sobre el capital. Por contraste, recuerdan, muchas transferencias (como los subsidios al desempleo, las pensiones o los salarios mínimos) están indexados a la inflación, o al menos lo han estado, y por lo tanto deberían mantener su valor con esta medida.
Los académicos concluyen que estas devaluaciones fiscales deberían ser limitadas, pero que unidas a la reestructuración de las deudas, una política monetaria acomodaticia, el apoyo del BCE y reformas estructurales, pueden ayudar a enderezar el camino de estas economías evitando tanto una ruptura del euro como una recesión inducida por una austeridad excesiva.