por Samuel Bentolila, Pierre Cahuc, Juan J. Dolado y Thomas Le Barbanchon
El viernes pasado se conocieron los datos de la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2010. La tasa de paro sigue encallada alrededor del 20%, lo cual no es sorprendente, aunque sí muy deprimente. Para intentar entender este grave problema, hemos llevado a cabo una investigación sobre la diferencia entre el aumento del paro en España y en Francia durante la Gran Recesión. Este trabajo acaba de ser elegido como uno de los ocho finalistas del I Premio Vanguardia de la Ciencia para investigación de excelencia.
La Gran Recesión destaca con respecto a las recesiones anteriores por su profundidad y su escala, pero para España la historia tiene un aire extrañamente familiar. Seguir el paro de España es como montarse en una montaña rusa (Blanchard et al., 1995, Bentolila y Jimeno, 2006). Comparemos España con Francia: ambos países comparten similares instituciones laborales (legislación de protección del empleo, prestaciones por desempleo, negociación colectiva, etc.) y tenían tasas de paro casi idénticas, alrededor del 8%, justo antes de la crisis. No obstante, mientras que la tasa de paro en Francia sólo ha aumentado hasta el 10% durante la recesión, la española ha alcanzado el 20% (Gráfico 1).
Gráfico 1. El paro en Francia y España, 1976-2010
Francia y España se encuentran entre las economías europeas que más promovieron los contratos temporales en el pasado para lograr flexibilidad laboral en el margen. Sin embargo, el empleo temporal es mucho más importante en España que en Francia. En España, históricamente, la tasa de temporalidad es del 33% de los asalariados –habiendo caído al 25% en la actualidad, tras la destrucción de 1.6 millones de empleos temporales desde el verano de 2007– mientras que Francia es del 15%.
En una investigación reciente (Bentolila et al., 2010) estudiamos hasta qué punto esta diferencia en la temporalidad puede explicar los diferentes niveles de paro durante la Gran Recesión, una vez se consideran otros posibles determinantes –como el mayor peso del sector de la construcción en España–.
¿Por qué son Francia y España tan diferentes?
En la legislación de protección del empleo (LPE), que es aparentemente muy similar en ambos países, detectamos dos diferencias importantes: España tiene una mayor brecha entre los costes de despido de los trabajadores con contratos indefinidos y temporales, y una regulación mucho más laxa sobre el uso de los contratos temporales. Hallamos que la combinación de estas dos diferencias, que llamamos “brecha de LPE” en adelante, podría explicar una parte considerable del mucho mayor aumento del paro en España.
Para estudiar este asunto desarrollamos un modelo en el que las empresas pueden emplear contratos tanto indefinidos como temporales (1). Estos últimos pueden transformarse en indefinidos a su vencimiento y el resto se extingue con costes bajos o nulos. Por el contrario, el despido de trabajadores indefinidos supone una indemnización por despido alta y lleva tiempo, debido al preaviso y a los eventuales procesos judiciales.
Es bien sabido que facilitar la temporalidad tiene un efecto ambiguo sobre el paro, ya que incrementa tanto la creación como la destrucción de empleo. Sin embargo, un resultado novedoso que destacamos en nuestro trabajo es que, si la brecha de LPE es suficientemente alta, la destrucción de empleo predomina. La razón es que cuanto mayor sea esa diferencia de protección, menor será la proporción de empleos temporales que se transformen en indefinidos, porque los mayores costes de despido de estos últimos inducen a las empresas a utilizar trabajos temporales secuencialmente –especialmente si las restricciones para ello son leves– en lugar de convertirlos en contratos a largo plazo. Como resultado, es más probable que una mayor brecha de LPE eleve el paro en las recesiones.
Éste es precisamente el caso de España, que heredó del régimen de Franco una alta protección del empleo a cambio de salarios bajos y de la ausencia de una negociación colectiva libre. Si bien las dos últimas características desaparecieron al llegar la democracia, el primero se mantuvo sin cambios hasta 1984, cuando se extendió el uso de contratos temporales con costes de despido muy bajos.
Cuidado con la brecha de LPE
De acuerdo con el ampliamente usado índice de la OCDE (2004) de severidad de la LPE, que varía de 0 a 6, el valor global de la LPE es 3.0 para Francia y 3.1 para España. Por tanto, España sólo aparenta tener una protección ligeramente mayor que Francia. Sin embargo, hay razones para pensar que este índice, basado en la legislación y no en su aplicación, no capta bien la LPE española. De hecho, la LPE de los contratos temporales es mucho más débil en España que en Francia, mientras que lo contrario es cierto para los contratos indefinidos.
Considerando sólo los costes de despido burocráticos generados por terceros –tales como los juzgados de lo social y las autoridades laborales– que no se pueden compensar en la negociación salarial (pues no implican una transferencia de la empresa al trabajador), hallamos que la brecha entre ambos tipos de contrato es un 50% mayor en España que en Francia.
Además, el uso de contratos temporales está bastante más limitado en Francia que en España. En ambos países sólo se pueden usar en casos específicos (por ejemplo, para sustituciones temporales, actividades de temporada, formación, etc.) y pueden durar hasta 24 meses. Sin embargo, de hecho existen muchas menos restricciones en España; por ejemplo, los contratos de obra podían legalmente durar un tiempo indeterminado (hasta la reforma laboral de junio de 2010).
Los efectos de la brecha de LPE en el desajuste laboral
Otra dimensión en la que diferían estas dos economías antes de la Gran Recesión era la mayor dependencia española de la construcción (11.9% del PIB y 13.3% del empleo en 2007, frente a 6.3% y 6.9% en Francia). Pensamos que la especialización sectorial de España está muy relacionada con la gran dualidad de su mercado de trabajo. En efecto, como consecuencia de una mayor inflación en España, los tipos de interés reales se redujeron en 6 puntos porcentuales cuando se introdujo el euro, frente a 1.5 puntos en Francia. Esto alimentó un gran auge de la construcción, favorecido por al menos dos factores:
• Los rígidos contratos indefinidos hubieran sido inadecuados para especializarse en las industrias más innovadoras, que requieren una mayor flexibilidad laboral para adaptarse a los mayores riesgos que conllevan (Saint-Paul, 1997).
• Hubo un gran aumento de la dotación relativa de mano de obra poco cualificada. La mayor disponibilidad de empleos poco cualificados a través de contratos flexibles fomentó una tasa de abandonos muy elevada en la enseñanza obligatoria (del 18% en 1987 al 32% en 1997) y luego una enorme afluencia de inmigrantes de baja cualificación. Por tanto, la mayoría de las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, adoptó tecnologías complementarias con la mano de obra poco cualificada.
El resultado fue una enorme burbuja inmobiliaria. La posterior destrucción de más del 35% de los empleos no cualificados en la construcción como consecuencia del estallido de la burbuja –junto con una muy baja movilidad laboral interregional, inducida por un mercado de alquiler poco desarrollado y por la inestabilidad laboral– ha sido una fuente de mucho más desajuste laboral (falta de coherencia entre la oferta y la demanda) en España que en Francia, a través de un lento proceso de reasignación de trabajadores desde la construcción hacia otros sectores. El alto desajuste es evidente en el enorme desplazamiento hacia afuera de la curva de Beveridge española (relación entre la tasa de vacantes y la tasa de paro) durante la Gran Recesión (ver Gráfico 2); ahora hay muchos más trabajadores desempleados por cada vacante.
Figura 2. Curva de Beveridge española, 1994-2010
¿Y si España hubiera tenido la legislación francesa?
Para cuantificar el impacto de la LPE sobre el paro usamos contrapartidas empíricas de los parámetros del modelo antes mencionado, a fin de replicar un conjunto de variables laborales en ambos países –las tasas de paro, de temporalidad y de destrucción de empleo indefinido– tanto durante la expansión (2005-2007) como durante la Gran Recesión (2008-2009). El impacto de la crisis es captado por una perturbación agregada de productividad adversa y un mayor desajuste. En consonancia con la discusión anterior sobre el desajuste, encontramos que, mientras que una perturbación negativa global (de cerca del 10% de la productividad) es suficiente para replicar esas variables en Francia durante la crisis, se necesita una reducción de alrededor del 40% de la eficiencia del emparejamiento, además de una perturbación agregada similar a la de Francia, para replicar las citadas variables en España.
Una vez que el modelo funciona bien en ambos períodos, se lleva a cabo una simulación numérica para calcular cuál habría sido el aumento del paro durante la recesión si España hubiera adoptado la legislación francesa justo antes (fin de 2007). Al imputar a España el nivel de la LPE de Francia se obtiene un resultado llamativo: la tasa de paro habría aumentado un 45% menos de lo observado (es decir, 4.1 puntos porcentuales en vez de los 7.5 puntos experimentados entre 2005-2007 y 2008-2009).
Conclusión
Recientemente ha habido varias propuestas de política económica en España, Francia e Italia (véase esta entrada) defendiendo la idea de eliminar la brecha de LPE. Todas las propuestas destacan los efectos negativos inducidos por esa brecha entre los contratos indefinidos y los temporales. Como resultado, abogan por la eliminación de la mayoría de los contratos temporales y la introducción de un contrato laboral indefinido único con una indemnización por despido creciente con la antigüedad en el empleo (como se propuso en el Manifiesto de los 100). Consideramos que nuestros resultados proporcionan cierto apoyo a estas propuestas.
Nota. Esta entrada ha aparecido también en Vox, socio de Nada es Gratis en el consorcio europeo de blogs de Economía.
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(1) Es un modelo de búsqueda y emparejamiento con destrucción de empleo endógena a la Mortensen-Pissarides (1994) que extiende los modelos de Blanchard y Landier (2002) y Cahuc y Postel-Vinay (2002).
Referencias
Bentolila, S., P. Cahuc, J. Dolado y T. Le Barbanchon (2010), “Two-Tier Labor Markets in the Great Recession: France vs. Spain”, CEPR Discussion Paper 8152.
Bentolila, S. y J.F. Jimeno (2006), “Spanish Unemployment: The End of the Wild Ride?”, in M Werding (ed.), Structural Unemployment in Western Europe: Reasons and Remedies, MIT Press.
Blanchard, O.J. et al. (1995), “Spanish Unemployment: Is There a Solution?”, CEPR, Londres.
Blanchard, O.J. y A. Landier (2002), “The Perverse Effects of Partial Labor Market Reform: Fixed Duration Contracts in France”, Economic Journal 112: 214-244.
Cahuc, P y F Postel-Vinay (2002), “Temporary Jobs, Employment Protection and Labor Market Performance”, Labor Economics, 9: 63-91.
Mortensen, D.T. y C.A. Pissarides (1994), “Job Creation and Job Destruction in the Theory of Unemployment”, Review of Economic Studies, 61: 397-415.
OCDE (2004), Employment Outlook, Paris.
Saint-Paul, G. (1997), “Is Labour Rigidity Harming Europe’s Competitiveness? The Effect of Job Protection on the Pattern of Trade and Welfare”, European Economic Review, 41: 499-506.