Jesús Sánchez-Quiñones 18/10/2011 06:00h
La Autoridad Bancaria Europea (EBA) ha llevado a cabo dos ediciones de ‘pruebas de resistencia’ a la banca europea, la última el pasado mes de julio. El resultado ha sido una enorme pérdida de credibilidad de la EBA y de las autoridades europeas y una incredulidad de los resultados.
Las pruebas no han analizado por igual a los sistemas financieros de los distintos países. Así, frente a un examen que abarcaba más del 95% del sistema financiero español, las entidades alemanas sometidas a examen apenas representaban el 50% de su sistema bancario. Incluso una entidad, Helaba Landesbank, se retiró de las últimas pruebas de resistencia el día anterior a la publicación de los resultados para evitar aparecer entre las entidades suspendidas.
La escasa fiabilidad de los resultados quedó puesta de manifiesto cuandoDexia, que obtuvo una calificación que le situaba entre las entidades más solventes, tuvo que ser rescata apenas dos meses después del examen.
Otro de los motivos de la falta de credibilidad de los resultados del último examen a la banca europea ha sido ignorar en las hipótesis planteadas un eventual riesgo de la deuda pública de determinados países, principalmente Grecia, cuando el mercado ya estaba descontando quitas cercanas al 50% a la deuda helena.
Pues bien, dado que la EBA ha fallado dos veces, parece decidida a equivocarse una tercera vez. Aunque todavía quedan criterios por concretar, se plantea que los bancos aumenten su base de capital hasta un porcentaje todavía por determinar (entre el 7% y el 9%) sensiblemente por encima del 5% exigido en los últimos test de estrés. El nuevo requerimiento de capitaldeberá ser calculado considerando que la deuda griega mantenida en cartera sufrirá una quita del 60%, la portuguesa del 40% y la italiana y española del 20%. Sobre el resto de activos no se aplica ninguna quita.
Se pretende que las entidades que necesiten capital adicional acudan a los mercados financieros. Si esto no es posible deberán acudir a su Estado correspondiente, y en último extremo al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF).
Esta forma de calcular el capital adicional necesario para la banca puede generar efectos indeseados:
- Tal y como ha aparecido en medios de comunicación durante este fin de semana, parece que la quita del 20% a la deuda española es una realidad, y no ejercicio teórico de cálculo de necesidades de capital en un escenario tremendamente adverso. El efecto desconfianza creado es brutal y perverso.
- Mientras todo este proceso se aplica, los países tienen que seguir emitiendo bonos y financiándose en el mercado. Las entidades financieras europeas, que son los principales compradores de bonos estatales, se lo pensarán dos veces antes de ampliar su cartera de bonos públicos que les va a exigir un 20% de capital exigido. Si invierten será exigiendo mayores intereses.
- El sistema seguido es tan absurdo que una entidad que en lugar de tener deuda pública sólo tuviera préstamos directos a ayuntamientos y comunidades autónomas no se le aplicaría ninguna quita, por lo que no tendría necesidad de ampliar capital, mientras otra que hubiera invertido en bonos del Estado sí tendría que aumentar sus recursos propios.
- Tras el fuerte castigo recibido por las cotizaciones bancarias las entidades preferirán reducir su activo para cumplir con los ratios de capital que emitir nuevas acciones a los precios actuales. Como consecuencia asistiríamos a una contracción todavía mayor del crédito.
- El análisis parece que no se va a aplicar a la totalidad de cada unos de los sistemas bancarios europeos. Por tanto, España sería tremendamente ingenua en términos de imagen de país si aplica las medidas a un mayor número de entidades del estrictamente necesario.
- Si se supone que el problema de la banca es la deuda soberana, y al final los estados se van a ver obligados a emitir más deuda soberana para recapitalizar los bancos, se produce un bucle perverso. Los estados empeorarán su situación financiera al emitir más deuda para capitalizar a la banca; los mercados exigirán más tipo de interés a su deuda; y la calidad de la deuda pública mantenida en cartera por los bancos será peor.
En el caso de la banca española el problema no es la deuda soberana sino la valoración en los balances de los créditos a promotores y construcción con finalidad inmobiliaria, donde la tasa de morosidad de los seis principales bancos se situaba de media en el 19% al final del primer trimestre. El importe total de los activos considerados problemáticos, entendiendo por tales activos inmobiliarios adjudicados o comprados, los saldos deudores y los créditos que pese a estar al corriente de pago se considera que tienen un elevado riesgo de convertirse en dudosos, ascienden a 100.000 millones de euros considerando los seis principales bancos nacionales (sin incluir cajas convertidas en bancos). La cobertura media de dichos activos se sitúa en el 45%. Si se les exigiera una cobertura hasta el 60% necesitarían en conjunto 15.000 millones € adicionales de capital.
Pese a considerar un error la forma en que se ha planteado la recapitalización de la banca europea, el hecho de que exista una entidad como el EFSF que aportaría los recursos en última instancia, puede ser una oportunidad única para limpiar el balance de exposición problemática al inmobiliario de determinadas entidades. De momento sigue la confusión.
Las pruebas no han analizado por igual a los sistemas financieros de los distintos países. Así, frente a un examen que abarcaba más del 95% del sistema financiero español, las entidades alemanas sometidas a examen apenas representaban el 50% de su sistema bancario. Incluso una entidad, Helaba Landesbank, se retiró de las últimas pruebas de resistencia el día anterior a la publicación de los resultados para evitar aparecer entre las entidades suspendidas.
La escasa fiabilidad de los resultados quedó puesta de manifiesto cuandoDexia, que obtuvo una calificación que le situaba entre las entidades más solventes, tuvo que ser rescata apenas dos meses después del examen.
Otro de los motivos de la falta de credibilidad de los resultados del último examen a la banca europea ha sido ignorar en las hipótesis planteadas un eventual riesgo de la deuda pública de determinados países, principalmente Grecia, cuando el mercado ya estaba descontando quitas cercanas al 50% a la deuda helena.
Pues bien, dado que la EBA ha fallado dos veces, parece decidida a equivocarse una tercera vez. Aunque todavía quedan criterios por concretar, se plantea que los bancos aumenten su base de capital hasta un porcentaje todavía por determinar (entre el 7% y el 9%) sensiblemente por encima del 5% exigido en los últimos test de estrés. El nuevo requerimiento de capitaldeberá ser calculado considerando que la deuda griega mantenida en cartera sufrirá una quita del 60%, la portuguesa del 40% y la italiana y española del 20%. Sobre el resto de activos no se aplica ninguna quita.
Se pretende que las entidades que necesiten capital adicional acudan a los mercados financieros. Si esto no es posible deberán acudir a su Estado correspondiente, y en último extremo al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF).
Esta forma de calcular el capital adicional necesario para la banca puede generar efectos indeseados:
- Tal y como ha aparecido en medios de comunicación durante este fin de semana, parece que la quita del 20% a la deuda española es una realidad, y no ejercicio teórico de cálculo de necesidades de capital en un escenario tremendamente adverso. El efecto desconfianza creado es brutal y perverso.
- Mientras todo este proceso se aplica, los países tienen que seguir emitiendo bonos y financiándose en el mercado. Las entidades financieras europeas, que son los principales compradores de bonos estatales, se lo pensarán dos veces antes de ampliar su cartera de bonos públicos que les va a exigir un 20% de capital exigido. Si invierten será exigiendo mayores intereses.
- El sistema seguido es tan absurdo que una entidad que en lugar de tener deuda pública sólo tuviera préstamos directos a ayuntamientos y comunidades autónomas no se le aplicaría ninguna quita, por lo que no tendría necesidad de ampliar capital, mientras otra que hubiera invertido en bonos del Estado sí tendría que aumentar sus recursos propios.
- Tras el fuerte castigo recibido por las cotizaciones bancarias las entidades preferirán reducir su activo para cumplir con los ratios de capital que emitir nuevas acciones a los precios actuales. Como consecuencia asistiríamos a una contracción todavía mayor del crédito.
- El análisis parece que no se va a aplicar a la totalidad de cada unos de los sistemas bancarios europeos. Por tanto, España sería tremendamente ingenua en términos de imagen de país si aplica las medidas a un mayor número de entidades del estrictamente necesario.
- Si se supone que el problema de la banca es la deuda soberana, y al final los estados se van a ver obligados a emitir más deuda soberana para recapitalizar los bancos, se produce un bucle perverso. Los estados empeorarán su situación financiera al emitir más deuda para capitalizar a la banca; los mercados exigirán más tipo de interés a su deuda; y la calidad de la deuda pública mantenida en cartera por los bancos será peor.
En el caso de la banca española el problema no es la deuda soberana sino la valoración en los balances de los créditos a promotores y construcción con finalidad inmobiliaria, donde la tasa de morosidad de los seis principales bancos se situaba de media en el 19% al final del primer trimestre. El importe total de los activos considerados problemáticos, entendiendo por tales activos inmobiliarios adjudicados o comprados, los saldos deudores y los créditos que pese a estar al corriente de pago se considera que tienen un elevado riesgo de convertirse en dudosos, ascienden a 100.000 millones de euros considerando los seis principales bancos nacionales (sin incluir cajas convertidas en bancos). La cobertura media de dichos activos se sitúa en el 45%. Si se les exigiera una cobertura hasta el 60% necesitarían en conjunto 15.000 millones € adicionales de capital.
Pese a considerar un error la forma en que se ha planteado la recapitalización de la banca europea, el hecho de que exista una entidad como el EFSF que aportaría los recursos en última instancia, puede ser una oportunidad única para limpiar el balance de exposición problemática al inmobiliario de determinadas entidades. De momento sigue la confusión.