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sábado, 18 de febrero de 2012

Transición laboral. Iñigo Sagardoy


Lo acontecido ayer es muy importante. En España, desde que se promulgó el Estatuto de los Trabajadores, hemos asistido a diversos cambios en nuestra legislación laboral.
De entre ellos el más significativo fue el efectuado en 1994 con una Reforma laboral propiciada por un Gobierno socialista que pretendía acotar la sangría de desempleo que se estaba produciendo en aquellos momentos. Se consiguió una transformación profunda de muchas instituciones laborales, adaptándolas a la realidad económica que se abría paso y al deseo de propiciar la creación urgente de empleo. Pues bien, ha sido de nuevo el desempleo masivo, trágico, que existe en nuestro mercado de trabajo, el que ha movido a nuestro Gobierno a aprobar la Reforma Laboral adoptada ayer por el Consejo de Ministros. Sucede, sin embargo, que como las tasas del paro son mucho más abrumadoras que la de los años noventa, las nuevas medidas laborales adoptadas van más allá de una mera Reforma. Se trata de una apuesta por un cambio de nuestro modelo laboral, del dinamismo de las relaciones laborales, y en definitiva, de la posible generación a medio plazo de una cultura de trabajo distinta a la que teníamos con anterioridad, claramente mejor, adaptada a nuestra realidad empresarial moderna, y mucho más cercana a los países de nuestro entorno europeo.

En primer lugar se apuesta por la empleabilidad del trabajador. Todo un acierto. Frente a la defensa del puesto del trabajo inmodificable, inamovible en el desarrollo de su relación laboral, se prima de un lado su formación configurando un nuevo derecho a la formación como algo básico y que va a llevar incorporado no sólo en una empresa concreta, sino a lo largo de su trayectoria profesional. En este sentido se configuran el nuevo permiso retribuido obligatorio de 20 horas anuales para la formación, su nueva cuenta y la potenciación de la formación más cercana a la empresa. Por otro lado, la empleabilidad se consigue con medidas concretas de políticas activas de empleo, como la colaboración privada en la intermediación laboral o la posible compatibilidad de ciertas prestaciones de desempleo con el trabajo, sobre todo en el colectivo de jóvenes desempleados. Finalmente, las propuestas de flexibilidad interna que harán mucho más fácil la adaptación de la empresa a una situación económica de crisis frente a la alternativa del despido, es indicativo del deseo del Ejecutivo por invertir la tendencia perversa de estos últimos años dónde curiosamente era más fácil despedir a un trabajador que modificar sus condiciones contractuales.

En segundo término, se busca una estabilidad en el empleo, de mayor calidad. Sólo así se entiende la reducción de los costes de despido en el  contrato indefinido de forma generalizada, pretendiendo evitar acrecentar la dualidad de nuestro mercado de trabajo, o limitando el encadenamiento de contratos temporales de forma clara a partir de este año. Especialmente llamativo en este sentido es el régimen jurídico de contratación específico que se crea para pymes y emprendedores, incidiendo directamente en la lacra del desempleo juvenil. Se trata de una novedad muy importante dónde se permite el contrato incentivado de carácter indefinido para jóvenes que estoy seguro va a ser plenamente utilizado. El capítulo de contratación se cierra con una mejora en la regulación del contrato a tiempo parcial y con el teletrabajo, potenciando a la par nuevas formas de trabajo extendidas en otros países y conciliación de derechos de carácter personal y familiar.

Pero es que la Reforma no se queda ahí. Trata de aspectos como la lucha contra el fraude, el absentismo (con una regulación mucho más flexible) y la remoción de obstáculos en los expedientes de regulación de empleo, verdadera rémora para muchas pequeñas y medianas empresas, y práctica totalmente excepcional del resto de los países europeos, salvo Grecia.

En fin, estamos en presencia de un cambio histórico, una transición laboral, porque la profundidad del cambio, en todas las instituciones básicas del ámbito laboral, va a propiciar una nueva realidad en nuestras empresas, si la ley se aplica adecuadamente. Cambio bien encaminado y con buenas intenciones. Esperemos a que ayude a crear rápidamente el empleo que tanto necesitamos.

Iñigo Sagardoy
Pte. de Sagardoy Abogados
Prof. Titular de Dcho. del Trabajo. Universidad Francisco de Vitoria

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