viernes, 4 de mayo de 2012

El banco malo.



Lo bueno de que las elecciones sean ya este domingo es que, por fin, podremos conocer los planes para la economía de Mariano Rajoy. El programa no es muy detallado. Y Rajoy tampoco ha ido mucho más allá, exceptuando la propuesta de ir a Europa a proclamar que "España es una gran nación". 
Si el PP impondrá un ajuste draconiano o no lo veremos en breve. Desde mi punto de vista, sería un error imponer un plan de recortes incondicional, pues sería ahogar más una economía deprimida sin contrapartida. En otras palabras, no se debería aplicar si, a cambio, no hay un compromiso firme de los miembros de la UE (esto es, Alemania) y del BCE de apoyo a España. La austeridad per se no trae ningún beneficio a corto plazo, y cuando vivimos una depresión histórica, el equilibrio presupuestario debería estar en un segundo plano.
Pero el tema de hoy es otro. Alerta, la entrada de hoy es más larga de la cuenta. Luego no me lloren.
Montoro anticipó, con la ambigüedad habitual en campaña, los planes para crear un banco malo. En realidad, él dice que no es un banco malo, sino una forma de que "el Estado y los privados compartan los riesgos para movilizar todos los excedentes de vivienda de la banca". Vamos, que es un banco malo, porque ningún banco privado traspasaría voluntariamente sus activos de calidad a una entidad participada por el Estado. Creo.
El llamado banco malo tendría como activos, según lo apuntado por Montoro y lo que han pedido los promotores, principalmente casas y suelo procedentes de daciones en pago de promotores y viviendas embargadas. Mi compañera Ángeles Gonzalo informa hoy, además, de que el banco malo podría tener solamente suelo, mientras la banca se quedará con los inmuebles. 
Solo en los bancos cotizados, estos activos suman 22.596 millones en casas, suelo y edificios a medio hacer, según esta información de Eduardo G. Ercoreca. El Banco de España intentó, con cierta timidez, que el sector redujese stock instaurando una provisión del 30% del valor contable de aquellos inmuebles con más de dos años en cartera. Pero eso no ha evitado que la banca siguera con la política de "patada a seguir", asumiendo más ladrillo en balance y refinanciando crédito a promotor para no subir la morosidad. Solo en los últimos trimestres se han apreciado esfuerzos por aumir más mora y empezar a sanear el balance.
Tenemos un banco malo con activos tóxicos (los de suelo son los más tóxicos de todo). El pasivo de este banco tendrá que ser, necesariamente, dinero público (ningún inversor querrá entrar), tanto en forma de deuda como de capital. La idea detrás de un banco malo es aislar al banco inicial (banco medio bueno) del lastre que suponen los activos tóxicos. Las previsibles pérdidas que acarrean estos activos limitan la capacidad de los bancos de pedir dinero prestado (no se fían de ellos), y ellos tampoco prestan.
El problema es que el banco malo consume dinero, mucho dinero, y lo tiene que poner el ciudadano. Por lo tanto, hay varias cuestiones fundamentales: el precio que se pone a los activos, las condiciones de la financiación y el control del banco malo. Los bancos, que no son tontos, saben que el valor de mercado del suelo y de determinados activos es extremadamente bajo; sin embargo, de los 22.596 millones en activos adjudicados de la banca cotizada en Bolsa (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Popular, Sabadell, Bankinter y Pastor), solo se han provisionado 7.193. En otras palabras, la banca se ha apuntado una depreciación del 31% para el conjunto de su cartera. 
Este porcentaje subestima la pérdida de valor real; los activos que se adjudican los bancos son aquellos que el promotor no puede vender (o sea, los peores). Además, en el caso de las viviendas a medio terminar y del suelo urbanizable, la caída de precios es aún mayor. . El suelo urbanizable son las avenidas con farolas y papeleras que se pueden ver, por ejemplo, en Valdeluz, y el sector calcula caídas de precio del 50%. El valor del suelo no urbanizable, por su parte, es cero (o lo que pueda rentar de actividades agrícolas), puesto que cuando se vuelvan a hacer casas, se harán en las parcelas con farola antes citadas.   
Por eso es clave cómo se realiza el proceso; cómo se hace la due diligence que valore los activos. Por decirlo llanamente: si la banca vende los activos al precio al que los tiene en sus libros, seremos los ciudadanos los que paguemos las provisiones que la banca no ha querido hacer en los últimos años.
Se puede admitir, por otra parte, que no se aplique el precio de mercado porque las condiciones son extremas; en este caso, las condiciones de financiación deberían reflejar el apoyo público, quizá en la forma en el que el primer FROB prestó dinero (al 7,5% de interés).    
En cualquier caso, es una decisión de inmenso calado. No solo porque supone que el ciudadano iría a ayudar a lavar los trapos sucios de la banca. Los inmuebles adjudicados serían susceptibles de nacionalizarse, algo que será un tanto difícil de explicar a las decenas de miles de familias deshauciadas. Además, en un momento en el que los mercados ahogan a España, el banco malo supondrá más deuda y más déficit, pues habrá que dedicar al banco malo tanto préstamos como capital. Tendrá que estructurarse de forma que no se penalice a las entidades que peor gestión del riesgo inmobiliario han haecho, y el proceso de valoración de activos tendrá no solo que fijar precios adecuados sino también evitar posibles "esqueletos en el armario". 
Tampoco hay que olvidar que los bancos que no han querido provisionar estos activos a precio de mercado presentan, habitualmente, beneficios millonarios, y que se revuelven cuando alguien menta los sueldos de sus ejecutivos. En otras palabras, no se pueden socializar pérdidas alegremente y sin imponer condiciones. Es más, por mucho que la idea del banco malo sea buena sobre el papel, la experiencia irlandesa no es muy alentadora.
De hecho, el NAMA (así se llama) se ha convertido en un saco sin fondo para el Estado irlandés, y si los borradores a este respecto que han circulado por el Banco de España no se han desarrollado es precisamente por el caso irlandés. El NAMA no ha conseguido vender la cartera de créditos, y supone para Irlanda una deuda adicional de 45.000 millones de euros (más los 35.000 gastados en recapitalizaciones). El respaldo a la banca fue la causa del rescate irlandés. Los mercados probablemente no sean muy benevolentes con el bono español si asumimos varias decenas de miles de millones de activos inmobiliarios depreciados.
Otra cuestión es que el banco malo se financie con ayuda externa, esto es, que España pida un rescate para poder rescatar a sus bancos. Pero conocidas son las condiciones bajo las que Europa suelta dinero para rescates y, una vez más, cabrá preguntarse si merece la pena este precio para rescatar a una banca que, disfrutando de ingentes beneficios, apenas ha provisionado el 30% del valor de los activos adjudicados.