¿Cómo
reducir la costosa factura energética española?
En
febrero, la Comisión
Europea ha alertado del riesgo que supone el elevado déficit
corriente español para la sostenibilidad de nuestra economía. De hecho, a pesar
de la intensa disminución del desequilibrio exterior a partir de 2008, cuando
superaba el 10% del producto interior bruto (PIB) español, este aún se mantenía
entre los más altos de la zona del euro en 2011, con un 3,9% del PIB. El
elevado déficit energético, cercano al 4% del PIB el año pasado, supone el
principal obstáculo para el ajuste del déficit corriente. Reducir la factura
energética es, por lo tanto, uno de los principales retos de nuestra economía,
especialmente ante las perspectivas de mantenimiento del
precio de
los bienes energéticos en cotas relativamente elevadas. El aumento de la
eficiencia y del autoabastecimiento energético son las principales vías que
permitirán avanzar hacia dicho objetivo. La cuestión radica en cuál es el
margen de mejora del déficit energético.
La costosa
factura energética española responde, principalmente, a dos factores: el
reducido autoabastecimiento energético español y el nivel de eficiencia
energética de la economía. En referencia al primero, el gráfico anterior muestra
que la producción energética en España solo cubría el 26,2% del total de
energía consumida en el país en 2010. Esta proporción se encuentra lejos de la
media de la Unión
Europea , del 47,2% concretamente.
La menor
dependencia europea se debe a varios motivos. En algunos países, viene
explicada por la existencia de importantes yacimientos energéticos. Este es el
caso de Países Bajos o el Reino Unido, cuyas fuentes principales de energía
nacional fueron, en 2010, el gas natural y el petróleo, respectivamente. En
otros países, por el contrario, las energías renovables (que engloban la
hidráulica, solar, eólica, geotérmica y biocarburantes principalmente) y la energía
nuclear copan el grueso de la producción energética nacional. Así, en Francia,
el 41,2% de la energía consumida
en ese
mismo año provenía de sus centrales nucleares, mientras que en Austria, el
intenso uso de fuentes renovables permitía abastecer el 24,8% del consumo
energético interno. Por su lado, en Suecia, ambas fuentes de energía generaron
el 63,0% del total de la energía consumida.
Por lo que
respecta a España, la energía nuclear y las renovables generaron,
respectivamente, el 47,0% y el 43,0% de la producción energética nacional. Los
combustibles sólidos aportaron, por su lado, un 9% adicional. Sin duda, destaca
el aumento del peso relativo de las energías renovables, que en 2010 ya
producían el 11,4% del consumo total de energía frente el 5,4% registrado en
2002.
A pesar
del buen comportamiento del sector renovable, el importante peso del petróleo y
del gas natural en el total de consumo energético español mantiene elevada la
dependencia energética del exterior. De hecho, las importaciones de ambos
productos representaron alrededor del 70% del consumo energético a finales de
2010, una cifra 20 puntos porcentuales superior a la media europea. Ello expone
a la economía española a la intensa volatilidad del precio de los bienes
energéticos. Un claro ejemplo fue la escalada del precio del petróleo a
principios de 2008, que aumentó el déficit energético del primer trimestre de
ese año hasta el 4,7% del PIB trimestral, 1,6 puntos porcentuales
mayor que
el registrado medio año atrás. Por otro lado, estas importaciones proceden de
muy pocos
países que
presentan, además, una elevada inestabilidad política. Así, el 67,3% de las
importaciones españolas de petróleo y el 79,1% de las de gas proceden de países
de Oriente Medio o del Norte de África, lo que no hace pensar que esta
vulnerabilidad pueda disminuir a medio plazo.
La
necesidad de reducir la dependencia energética del exterior es, por lo tanto,
evidente. En esta línea se encuentra el objetivo recogido en el Plan de Acción
Nacional de Energías Renovables de España (PANER) que pretende elevar, en 2020,
la producción energética con fuentes renovables hasta el 17,9% de la energía
primaria consumida en el país. De cumplirse este objetivo, y manteniendo
estable la cobertura del resto de fuentes energéticas, el autoabastecimiento
español
seguirá dibujando una senda creciente hasta alcanzar cerca del 33% del consumo
final. De
hecho, de
haber alcanzado este nivel en 2010, las importaciones de productos energéticos
habrían sido un 7,0% menores, lo que habría significado una disminución del
déficit energético de 3 décimas, hasta el 3,1% del PIB. Una reducción
importante pero quizás no suficiente para reducir la presión sobre el déficit
por cuenta corriente. Si se tomaran medidas más profundas que consiguieran
elevar el autoabastecimiento español hasta un nivel similar al registrado por
el conjunto de la Unión
Europea , el déficit energético podría reducirse
aproximadamente en 1 punto porcentual, hasta el 2,4% del PIB.
Además del
aumento en la producción de energía doméstica, un segundo factor que permite
corregir el déficit energético es la mejora de la eficiencia energética de la
economía. Si tomamos como referencia el consumo de energía por unidad de PIB
español, también denominado índice de intensidad energética, se observa una
importante reducción a partir del año 2005 (o lo que es lo mismo, una mejora de
la eficiencia). Como muestra el gráfico anterior,
ello permitió aproximarse hasta los niveles de eficiencia registrados por el
conjunto de países de la zona del euro. Así, en 2010, la intensidad energética
española superaba tan solo en un 4,9% a la de la zona del euro, frente al 14,0%
de 2007. Esta mejora de la brecha de eficiencia puede explicarse por dos
factores: en primer lugar, la mayor sensibilidad del consumo energético español
a las contracciones del PIB significó una reducción del consumo de energía más
intensa que en el resto de Europa. En segundo lugar, el aumento del peso de la
energía renovable en la composición del
consumo energético español impulsado, en parte, por importantes subvenciones, también
han favorecido esta mejora de la eficiencia. Ello se debe al mayor rendimiento
en la generación de energía eléctrica a partir de estas fuentes frente a otros
tipos de tecnología empleada.
Continuando
con el cálculo anterior, el efecto potencial de converger hacia el nivel de
eficiencia del resto de países de la zona del euro supondría una reducción del
déficit energético en relación con el PIB de 2 décimas adicionales.
Ello,
junto con un autoabastecimiento igual al europeo, situaría el saldo energético
en el 2,2% del PIB, un nivel cercano al desequilibrio medio registrado por el
conjunto de países europeos.
En
definitiva, el margen para corregir la elevada factura energética española es
amplio. Sin embargo, para lograr este objetivo es necesario profundizar en las
reformas adicionales que acerquen la eficiencia
y el autoabastecimiento energéticos hasta niveles similares a los europeos. Los
avances realizados en ambas direcciones estos últimos años marcan la senda a
seguir pero, sin duda, aún se debe recorrer un largo camino para lograr una
menor dependencia exterior.
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