La economía mundial atraviesa un cierto bache debido al ya previsto retroceso de la
economía europea en el cuarto trimestre de 2011 y a la no tan anticipada contracción
del producto interior bruto (PIB) de Japón.
Estados Unidos, por su parte, registró un crecimiento significativo, si no brillante,
mientras que los emergentes mantienen su ritmo, algo más pausado que hace unos trimestres.
El principal foco de inestabilidad sigue siendo la crisis de la deuda soberana
europea, a la que se une ahora la reciente subida del precio del petróleo, resultado de
la situación en Oriente Medio. En cambio, los principales bancos centrales han dado
nuevas muestras de activismo frente a los riesgos de recesión o estancamiento, lo que
ha favorecido una mejora del pulso de los mercados financieros.
En Estados Unidos, la recuperación gana en solidez, apoyada en un mercado laboral
que está dejando atrás los presagios más lúgubres y en una política fiscal que, siendo
2012 año electoral, será más expansiva de lo que se venía anticipando. Sin embargo,
el crecimiento que esperamos para el conjunto del año es del 2%, insuficiente para
que el país pueda conjurar definitivamente los efectos de la crisis. El PIB repuntó en el
cuarto trimestre para crecer un 0,7% intertrimestral, un 1,6% interanual, lo que deja el
avance para el conjunto de 2011 en el 1,7%.
Pese al repunte, un vistazo a los componentes del PIB muestra una imagen menos
boyante de lo que sugiere el dato agregado.
Primero, porque fue la reposición de existencias el componente que aportó más de
la mitad del crecimiento. Y, segundo, porque el avance del consumo privado, que fue
el principal motor de la actividad en la segunda mitad de 2011, se fundamentó más
en la disminución de la tasa de ahorro que en una mejora de los ingresos, que avanzan
con parsimonia. Y ello en un contexto en el que las familias todavía soportan una deuda
bruta del 114% de su renta disponible.
En Japón, la reconstrucción después del tsunami
de marzo se estanca. El PIB del
cuartotrimestre retrocedió un 0,7% intertrimestral, un cambio abrupto si se compara
con el crecimiento del 1,7% del tercer trimestre. Esto dejó el descenso interanual
en el 1,0%, a la vez que hizo que la economía se contrajera un 0,9% para el conjunto
de 2011. Este descenso, aunque mayor de lo esperado, no introduce cambios sustanciales
en nuestra previsión de crecimiento para 2012, que se mantiene en el 1,6%,
siempre bajo el supuesto de una recuperación de las exportaciones.
En China los indicadores correspondientes a los primeros compases de 2012 se hallan
distorsionados por el efecto de las festividades del Año Nuevo, pero seguimos contemplando
una expansión superior al 8% en 2012. Asia, en general, comienza a recuperarse
de los efectos que sobre las cadenas de suministro han tenido las inundaciones
de Tailandia.
En cuanto a la zona del euro, el avance del cuarto trimestre del PIB publicado por
Eurostat señala una caída del 0,3% en relación con el trimestre anterior (crecimiento
interanual del 0,7% en el conjunto del año).
Se trata del primer descenso de la actividad desde el segundo trimestre de 2009. El retroceso
probablemente continuará en este primer trimestre de 2012,
por lo que puede
afirmarse que el área del euro ha entrado de nuevo en recesión, según la convención
aceptada (dos trimestres consecutivos de retroceso). Por países, a finales de 2011 Italia,
Países Bajos y Bélgica ya se hallaban en recesión, sumándose a Portugal. También
puede ser este el caso de Irlanda y Dinamarca, si bien no se dispone de información
del último trimestre para estos países.
Como dato positivo, hay que señalar el crecimiento intertrimestral del 0,2% de Francia,
superior a lo esperado, si bien no pudo compensar totalmente la reducción del
0,2% de Alemania.
Algunos indicadores apuntan a una estabilización del deterioro de la situación económica
en la zona del euro en diciembre, como son las ventas minoristas, la confianza
de los consumidores o las exportaciones. Es especialmente relevante la evolución de
Alemania, principal economía de la eurozona, ya que en los últimos meses sus indicadores
de clima económico se han revertido y apuntan a una estabilización o incluso
a un leve crecimiento en el primer trimestre de 2012. De este modo, la economía
alemana, a diferencia de otros países del área del euro, escaparía a la recesión, si
bien no podrá sustraerse enteramente a la debilidad económica de la mayoría de sus
socios comerciales europeos.
Varios factores confluyen en el debilitamiento de la actividad en la eurozona en la
última parte de 2011. Uno de los más importantes, quizás el que más, es el nerviosismo
que causa la persistencia de la crisis de la deuda pública de la eurozona, ahora ya
por su tercer año. Una crisis que extiende la desconfianza sobre la capacidad de algunos
Estados miembros de hacer frente a sus obligaciones pecuniarias, genera dudas sobre
la solvencia del sector financiero en general y frena la circulación del crédito. El
resultado es una ralentización del crecimiento, en un círculo vicioso de complicada
salida. Los intentos de romper el círculo y normalizar el
funcionamiento de la economía
y los mercados en la zona del euro no han sido muy exitosos hasta ahora.
Hay que señalar, sin embargo, la luz verde que el Eurogrupo dio al segundo rescate financiero
de Grecia el 21 de febrero, que asciende a 130.000 millones de euros. El
pacto se alcanzó tras la aprobación de un paquete de medidas de política económica
por parte del Parlamento griego y tras obtener garantías de los líderes de la coalición
de gobierno griega respecto a la implementación de las reformas tras las elecciones
generales que se celebrarán en abril. Por otra parte, los acreedores privados y Grecia
habrían llegado a un acuerdo para realizar una quita voluntaria de la deuda pública
del 53,5% del valor nominal de los bonos griegos. El objetivo es rebajar la deuda griega
desde el 164,0% del PIB previsto para 2011 hasta el 120,5% en 2020.
Los avances en la situación griega son importantes, pero el mayor esfuerzo de estabilización
lo está desarrollando el Banco Central Europeo (BCE), que apuesta por
una política monetaria expansiva para apoyar a la economía, a la vez que abastece de
abundante liquidez al sistema financiero e incluso adquiere directamente deuda pública
de los Estados sometidos a mayor presión.
Como se ha señalado anteriormente, otros bancos centrales siguen esta línea,
como la
Reserva Federal de Estados Unidos, cuya estrategia es mantener los tipos
de interés oficiales en el rango mínimo posible (0%-0,25%) hasta finales de 2014.
Por su parte, el Banco de Inglaterra ha anunciado una ampliación de su programa
de compra de activos hasta los 325.000 millones de libras esterlinas. En cuanto a
los países emergentes, la mayoría de los bancos centrales han comenzado a dotar a
sus políticas monetarias de un sesgo más expansivo, siendo la reducción de los tipos
de interés el principal instrumento para llevar a cabo su propósito. El reciente repunte
del precio del petróleo, al hilo de las tensiones en Oriente
Medio, puede suponer
un obstáculo en el diseño de esta estrategia de relajamiento.
La relativa mejora de la situación financiera en la eurozona ha permitido, entre otros,
que el Tesoro español haya logrado colocar desde enero un tercio del total previsto de
emisiones de deuda pública para 2012, a menor precio que en anteriores subastas y
con una afluencia importante de inversores.
La coyuntura actual también puede favorecer la aplicación del decreto aprobado a
principios de febrero de saneamiento del sistema financiero. El principal objetivo
del mismo es disipar las dudas sobre la solvencia de la banca ante el aumento de los
activos inmobiliarios problemáticos en su balance. Para ello, se exige un incremento
de la cobertura de la cartera inmobiliaria de las entidades bancarias, de manera que la
dotación para cubrir las potenciales pérdidas de los activos inmobiliarios aumentará
significativamente. Así, la cobertura se ampliará hasta el 80% en el caso del suelo, el
65% para las promociones en curso y el 35% para viviendas y promociones terminadas.
Con este incremento, el sector bancario refuerza su solvencia ante eventuales caídas
del precio de los activos inmobiliarios.
Otra acción importante del nuevo Gobierno ha sido la reforma del mercado laboral.
Los cambios introducidos van en la dirección de eliminar rigideces en la aplicación
de los convenios colectivos y de facilitar la flexibilización de las condiciones de trabajo
dentro de la empresa con el fin de garantizar la supervivencia de la misma. La reforma
acerca la legislación española a la vigente en la mayor parte de países de Europa
continental y se espera que ayude a muchas empresas a adaptarse a la crisis, animando
la contratación indefinida en el momento en que se alcance la recuperación.
El cambio en la regulación laboral era inexcusable ante una economía cuyo paro alcanzaba
el 22,9% de la población activa en enero, según Eurostat, y
afecta a casi la mitad
de la población joven, unas cifras que no tienen parangón en los países desarrollados.
Sin embargo, no cabe esperar efectos inmediatos de la reforma en términos de empleo,
debido a la fase recesiva en la que ha entrado la economía española. Según el Instituto
Nacional de Estadística, el PIB se estancó en el tercer trimestre de 2011, cayó un 0,3%
en el cuarto y todos los indicadores apuntan a que en este primer trimestre de 2012 el
retroceso ha continuado. La recaída en recesión se explica por la debilidad de la demanda
interna. Las familias frenan el consumo ante el deterioro del clima económico y la
escalada del desempleo. Las empresas tratan de contener sus gastos corrientes y de inversión
por las magras perspectivas de la demanda y por el endurecimiento de las condiciones
crediticias. Cabe señalar el anuncio, a finales de febrero, de un mecanismo para
liquidar los impagos de las entidades locales.
Esta medida permitiría proporcionar una importante inyección de liquidez a las
empresas proveedoras.
El sector público también está tratando de ajustar sus gastos ante la necesidad de sanear
sus cuentas. Pese a que en 2011 el consumo público cayó más de un 2%, finalmente
la primera estimación oficial sobre el déficit del conjunto de las administraciones
públicas en 2011 asciende al 8,5% del PIB. Se trata de una mejora desde el déficit
del 9,3% de 2010, pero queda apreciablemente lejos del objetivo del 6,0%. La desviación
responde principalmente a una coyuntura macroeconómica mucho peor
de lo esperado y a la dificultad de contener los gastos en partidas que tienen una inercia
muy importante, si bien todavía se desconoce el detalle de las cuentas. Los presupuestos
de 2012, todavía pendientes de presentación, deberán abordar un delicado
equilibrio entre la ineludible contención del déficit y la necesidad de mantener la
actividad en niveles aceptables.
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