Estamos saliendo de una crisis —la crisis financiera y económica—, pero enfrentamos nuevos riesgos y angustiosos desafíos: encarecimiento y volatilidad de los precios de los alimentos; elevados precios de los combustibles, con devastadores efectos en los alimentos y, a través de estos, en la estabilidad; agitación política en el Oriente Medio y Norte de África; conmoción en Cȏte d’Ivoire; repetidos desastres naturales; aumento de la inflación en los mercados emergentes, con cierto riesgo de recalentamiento de la economía; problemas con la deuda soberana en Europa.
En esta ocasión quiero referirme a la mayor amenaza para los pobres de todo el mundo: el encarecimiento y la volatilidad de los precios de los alimentos. Hoy día se publica un nuevo informe Alerta sobre precios de los alimentos. Y las cifras muestran un panorama sombrío de presiones incesantes que agobian a la población pobre del planeta.
Ustedes saben bien cuáles son los ingredientes: alta inflación inducida por el precio de los alimentos; añadan los giros en los precios y el alto costo de los combustibles, y se obtiene una mezcla tóxica de profundo sufrimiento que contribuye a la agitación social.
Los precios de los alimentos no provocaron la crisis en el Oriente Medio y Norte de África, pero son un factor agravante. Nuestro último informe Alerta sobre precios de los alimentos muestra que en Egipto y Siria existe una inflación de dos dígitos inducida por el precio de los alimentos. Muestra que el fuerte encarecimiento de los productos básicos afecta especialmente a los países pobres.
Los datos de 46 países desde 2007 hasta 2010 indican que los países de ingreso bajo e ingreso mediano bajo han experimentado mayores niveles de inflación inducida por el precio de los alimentos, en comparación con los países de ingreso mediano alto e ingreso alto, sobre todo cuando los precios internacionales aumentan bruscamente.
En el caso de los alimentos, nos encontramos en un punto crítico. Los precios han aumentado 36% con respecto a los niveles de hace un año y se mantienen cercanos al máximo registrado en 2008. Ya suman 44 millones las personas que han caído en la pobreza desde junio del año pasado. Si el índice de precios de los alimentos aumenta tan solo otro 10%, estimamos que otros 10 millones de personas caerán en la extrema pobreza, es decir, sobrevivirán con menos de US$1,25 al día. Un incremento de 30% añadiría otros 34 millones de personas a la población pobre a nivel mundial, que alcanza los 1200 millones.
Nosotros podemos hacer algo al respecto.
Algunos han preguntado qué puede hacer el G-20. El G-20 puede cumplir un papel destacado. Creo que el multilateralismo debe centrarse en hacer cosas concretas en el corto plazo y, al mismo tiempo, crear las condiciones para actuar en el mediano y largo plazo.
Por eso me complace que Francia dé prioridad al tema de los alimentos durante su presidencia del G-20. Estamos trabajando en estrecha colaboración con el G-20, y creo que podemos tomar varias medidas importantes que ayudarán en dos ámbitos fundamentales: la volatilidad de los precios de los alimentos y la seguridad alimentaria. Aprovecharemos estas reuniones con el G-187 para ayudar a preparar el terreno.
Primero, estamos elaborando un nuevo código de conducta para los países con respecto a las prohibiciones de exportación. Como mínimo, estas no deberían aplicarse a los proveedores de ayuda humanitaria, como el Programa Mundial de Alimentos.
Segundo, creemos que sería útil contar con mejor información sobre la calidad y cantidad de las existencias de alimentos.
Tercero, apoyar el establecimiento previo de pequeñas reservas de alimentos con fines humanitarios en lugares como el Cuerno de África, a cargo del Programa Mundial de Alimentos.
Cuarto, ayudar a los países a gestionar mejor los riesgos para la agricultura.
Y quinto, el Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo pueden ayudar a los países brindando apoyo rápido a los grupos más vulnerables a través de programas de nutrición y redes de protección social eficaces y focalizados, y no mediante controles desacertados de los precios o aumentos salariales generalizados.
También se puede hacer más con respecto a la producción. El Banco Mundial actualmente está invirtiendo US$7000 millones al año para mejorar la producción agrícola: en semillas, riego e instalaciones de almacenamiento. Y nuestras inversiones abarcan toda la cadena de valor.
Un ámbito al que se presta atención especial es la investigación agrícola para ayudar a desarrollar mejores semillas. Estamos en conversaciones con Francia y el G-20 sobre la posibilidad de combinar esto con algunas de las inquietudes acerca del cambio climático y revisar algunas de las prioridades de investigación, a medida que aumentamos el apoyo a los 15 principales centros de investigación agrícola que existen en todo el mundo.
Creo que es posible alcanzar estas metas en los próximos meses y aguardo con interés los resultados de la reunión de ministros de Agricultura del G-20 que se celebrará en Francia en junio. Y espero también seguir trabajando con las autoridades francesas y de otros países para lograr estos objetivos.
Como mencioné antes, uno de los aspectos fundamentales relacionados con la situación alimentaria es la agitación en el Oriente Medio y Norte de África. Si bien las iniciativas que se emprendan en cada país avanzarán a distinto ritmo y su alcance será variado, el Grupo del Banco Mundial está pendiente de escuchar a los países y ayudarlos a seguir adelante.
En Túnez, el Banco Mundial respaldará a las autoridades con una operación de apoyo presupuestario de US$500 millones que debería movilizar otros US$700 millones de otros donantes. Esas reformas se centrarán en la libertad de asociación, el acceso a la información y la transparencia de las compras del Estado. Además, apoyaremos los esfuerzos del Gobierno orientados a tratar de reducir las disparidades económicas regionales, disminuir la burocracia, impulsar la contabilidad y los controles con el organismo de auditoría, y crear un programa piloto de empleo. El equipo de IFC, nuestra institución dedicada al sector privado, está estudiando la manera de impulsar la inversión privada, sobre todo a través de intermediarios financieros que puedan conseguir crédito para ayudar a las empresas a expandirse.
No debemos olvidar que la revolución de Túnez comenzó con la autoinmolación de un vendedor de frutas que era acosado por las autoridades. Por lo tanto, también apoyaremos los esfuerzos de ese país por limitar la imposición arbitraria de las regulaciones y la burocracia. Viajaré a Túnez en mayo para ver de qué otra manera podemos ayudar al pueblo tunecino.
Ayer, IFC anunció una iniciativa que apunta directamente a uno de los mayores desafíos de la región: el desempleo. Se denomina Educación para el Empleo (E4E) y ayudará a los jóvenes a adquirir las destrezas necesarias para prosperar en el mercado laboral. Como parte de la iniciativa, se trabajará con los proveedores de educación tanto públicos como privados, la sociedad civil, administradores y responsables de las políticas del sector público, y empleadores del sector privado para ayudar a aprovechar el extraordinario potencial de los jóvenes del mundo árabe.
Estamos muy complacidos de que nuestro socio en esta iniciativa sea el Banco Islámico de Desarrollo y, junto con IFC, trataremos de movilizar entre US$1500 millones y US$2000 millones, que se invertirán en programas de Educación para el Empleo en el mundo árabe en los próximos cinco años.
También estamos avanzando con respecto al fortalecimiento de la capacidad de la sociedad civil en el Oriente Medio y Norte de África, un desafío al que me referí en mi discurso de la semana pasada. El Banco Mundial anunciará hoy que apoyará la Red Afiliada para la Responsabilidad Social en el Mundo Árabe, una red de organizaciones de la sociedad civil, con una donación de US$3,5 millones.
Hoy también sostendré una reunión con mis colegas de los bancos multilaterales de desarrollo sobre los desafíos que afronta el Oriente Medio y Norte de África. Posteriormente, tendremos aquí en el Banco un Diálogo sobre las Transiciones en el Oriente Medio y Norte de África, en el que participarán los bancos multilaterales de desarrollo y los ministros de Finanzas de los países del Oriente Medio y Norte de África, así como los países del G-7.
Estamos interesados en los extraordinarios acontecimientos en Cȏte d’Ivoire. Esta semana me reuniré con el ministro de Finanzas, Charles Koffi Diby. Cȏte d’Ivoire necesita seguridad, empleos y justicia. En colaboración con sus socios regionales, el Banco Mundial está en condiciones de ofrecer asistencia importante: financiera, técnica y en materia de políticas.
Si las condiciones de seguridad lo permiten, en las próximas semanas podemos reactivar programas del Banco Mundial por valor de unos US$100 millones para ir en ayuda del pueblo de ese país. Y nuestra idea es que esos programas se pueden centrar en la infraestructura de emergencia, los servicios de abastecimiento de agua, la recolección de basura, para asegurarse de que las escuelas y clínicas puedan funcionar. De manera que esto encuadra con nuestro Informe sobre el desarrollo mundial que se publica esta semana, en lo que respecta a tratar de actuar rápidamente para brindar apoyo, y lograr progresos concretos.
También podemos dar asistencia específica a las víctimas de la violencia sexual, cuyo número lamentablemente ha aumentado en forma drástica durante esta crisis posterior a las elecciones.
Por lo tanto, y volviendo al tema de los precios de los alimentos, los pobres del mundo no pueden esperar. Como muestra el reloj del hambre instalado en nuestro edificio principal, en el planeta hay casi 1000 millones de personas mal nutridas, y cada minuto esta cifra aumenta en 68 personas; eso significa más de una persona cada segundo. El tiempo avanza inexorablemente y por eso tendremos que correr muy fuerte para recuperar terreno y no perder a toda una generación.
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