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miércoles, 11 de mayo de 2011

El aumento del índice de precios de los alimentos responde fundamentalmente al abrupto incremento de los precios del trigo, el maíz, el azúcar y los aceites.

Según el índice de precios de los alimentos del Banco, los precios de los alimentos son actualmente un 29% más altos que hace un año y tan solo un 3% más bajos que el nivel máximo alcanzado durante la última crisis de alimentos en junio de 2008. Sin dudas, esto constituye un motivo de gran preocupación. 

El aumento del índice de precios de los alimentos responde fundamentalmente al abrupto incremento de los precios del trigo, el maíz, el azúcar y los aceites. 

Debido a una desafortunada combinación de crisis meteorológicas registradas en grandes países productores de trigo —acompañada, en algunos casos, de restricciones a la exportación—, se ha contraído la oferta de trigo y los precios se han duplicado con creces entre la baja de junio del año pasado y enero de este año. 

Nuestra investigación muestra que en muchos países el aumento de los precios mundiales del trigo ha provocado el alza inmediata de los precios de ese grano en el mercado interno. En tan solo seis meses, los precios del trigo aumentaron más de un 50% en Kirguistán, un 45% en Bangladesh y un 33% en Mongolia.  

También despierta gran preocupación el hecho de que en enero de este año el precio del maíz fue alrededor de un 73% más alto que hace tan solo seis meses. En el último trimestre, según hemos visto también, aumentó un 20% el precio mundial del azúcar y un 22% el de las grasas y aceites. 

El único consuelo que tenemos en estos momentos es que los precios mundiales del arroz no han experimentado aumentos dramáticos equiparables a los del trigo y otros productos. 

Así y todo, es preciso hacer un seguimiento de los precios del arroz, dado que muchos países han comenzado a incrementar significativamente sus importaciones de arroz para estimular la oferta interna. Además, debemos tener en cuenta que el precio del arroz ha aumentado en el mercado interno de algunos países. 

En muchos países africanos, las buenas cosechas han ayudado a mantener los precios estables en términos generales. Pero existen graves problemas. En Burundi, por ejemplo, las personas se ven afectadas por el aumento del 48% del frijol, que constituye una importante fuente de alimento. Y en Camerún el incremento fue del 43%. 


Hoy en día, los precios de los alimentos han alcanzado niveles peligrosos. Ya no quedan dudas de que el aumento de los precios está provocando dolor y sufrimiento a las personas pobres del mundo. 

El Banco Mundial estima que las alzas del precio de los alimentos han arrastrado a unos 44 millones de personas a la pobreza extrema, lo que significa menos de US$1,25 al día. 

Son las personas pobres las que hoy en día deben soportar enormes presiones para alimentarse y alimentar a sus familias, dado que más de la mitad de los ingresos de los hogares pobres se destina a la compra de alimentos básicos. 

En la actualidad, el aumento y la volatilidad del precio de los alimentos representan el principal desafío para muchos países en desarrollo. 

Incluso antes de estas últimas alzas en los precios de los alimentos, ya había más de 900 millones de personas que padecían hambre todos los días. 

En la actualidad, cuando se estima que hay unos 44 millones más de personas que viven en la pobreza extrema, todo lleva a pensar que este será un año muy difícil para quienes sufren de malnutrición crónica.

Sabemos que el aumento y la volatilidad de los precios constituyen una fuerza poderosa. 

En 2008 se registraron disturbios por la falta de alimentos. Si bien el alza de los precios no es la principal causa de inestabilidad política que se observa actualmente en Oriente Medio, ha sido un factor agravante que podría crecer en escala. 

Hoy en día, hay demasiadas personas que viven al límite: son las víctimas del aumento y la volatilidad del precio de los alimentos. 

Debemos adoptar medidas de alcance mundial para ayudar a invertir esta situación: ayudar a los pequeños agricultores mediante el suministro de semillas y fertilizantes, y mejores pronósticos meteorológicos; mejorar los medios para introducir productos en los mercados, y garantizar alimentos y redes de protección social para las personas más vulnerables (como las mujeres embarazadas y los niños menores de dos años). 

También hace falta más transparencia: mayor acceso público a información sobre la calidad y cantidad de las existencias de granos, y mecanismos rápidos y confiables para ayudar a los países, de manera que no opten por las restricciones a la exportación ni la fijación de precios, lo que solo agravaría el problema.

No existe una fórmula mágica que resuelva la poderosa combinación que resulta del aumento y la volatilidad del precio de los alimentos. Pero la seguridad alimentaria se ha convertido en una cuestión de seguridad mundial. 

Necesitamos adoptar medidas de alcance mundial que nos ayuden a cumplir mejor la tarea de alimentar a las personas que padecen hambre antes de enfrentar los futuros desafíos de alimentar a los 9000 millones de personas que, según las previsiones, habitarán el planeta en 2050.

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