miércoles, 19 de enero de 2011

El futuro es ciertamente incierto. Pero creo que se exagera mucho el riesgo de implosión del euro.


Nº 908 - 10/1/2011

El año que se nos fue
Las grandes cuestiones del turbulento año que se nos fue, se seguirán planteando en 2011. ¿Cómo hemos llegado hasta esta situación? ¿Por qué las sucesivas medidas adoptadas por los gobiernos no han tranquilizado a los mercados? ¿La zona euro es aún viable? ¿Qué países pueden estar tentados por abandonarla? ¿Cuáles serían las consecuencias y cómo podrían evitarse?

El futuro es ciertamente incierto. Pero creo que se exagera mucho el riesgo de implosión del euro. Si Grecia, Irlanda, Portugal o España tuvieran que volver a sus viejas monedas de antaño éstas se hundirían inmediatamente y los males que ello traería serían mucho mayores que las ventajas a la exportación. El pago de unas deudas, públicas y privadas, que seguirían denominadas en euros, sería insoportable. Y el mayor precio del petróleo y los productos importados provocaría una inflación que devaluaría todavía mas el poder de compra. La salida del euro no sería el camino de la salida de la crisis.

Tampoco Francia y Alemania tendrían interés en dinamitar la pieza más importante de la construcción europea. Las razones para Francia son las mismas que para los países en dificultad. En la segunda mitad del siglo XX (1950-2000) el franco se devaluó un 180% con respecto al marco alemán y, a pesar de eso, el déficit comercial francés con respecto a su vecino alemán no dejó de aumentar. No es por la vía de una nueva devaluación como Francia encontraría un mayor dinamismo.

Y para Alemania, por razones inversas, una reevaluación incontrolada del nuevo deutschmark dificultaría gravemente sus exportaciones y no sólo hacia Europa.

Pero también hay que recordar que a principios de 2010 el euro no inspiraba desconfianza, a pesar de que los problemas nacionales eran bien conocidos: déficit presupuestario griego, crisis bancaria irlandesa, perdida de competitividad en España. Una respuesta contundente de la UE hubiera evitado que el problema de Grecia se convirtiese en un problema para el euro. Pero los gobiernos se dedicaron a jugar al póquer con los mercados, con amenazas de intervención que ellos mismos se encargaban de desacreditar con sus contradictorias declaraciones.

En la primavera los gobiernos ya habían perdido la partida frente a los mercados y llegamos al dramático fin de semana del 9 de mayo con la decisión de última hora de crear un fondo europeo de rescate (European Finantial Stability Facility, ESFS) para evitar el colapso de Grecia y una oleada especulativa contra el euro.

Si la primavera fue mala, el otoño fue todavía peor. Después de Grecia, Irlanda. Y la reacción de los mercados al plan de ayuda a Irlanda a través del EFSF demuestra que el problema no es la situación de un pequeño país, sino que es más de fondo.

El invierno nos trajo la última respuesta a la crisis. La creación de un mecanismo permanente para hacer frente a las crisis de los Estados miembros (European Stability Mechanism, ESM) que entrará en vigor cuando el EFSF caduque en 2013 y que necesitará una reforma "menor" del recién estrenado Tratado de Lisboa.

Una vez más, la decisión viene acompañada de las contundentes declaraciones acerca de la inquebrantable voluntad de hacer lo que haga falta para salvaguardar el euro. Pero también una vez más parece que Europa hace demasiado poco y demasiado tarde. En todo caso, Europa vamas despacio que los mercados.
El paso del EFSF al ESM es, sin duda, una mejora. Pero mucho me temo que no será suficiente para vencer la desconfianza sobre el euro.

Para vencerla haría falta la creacion de los eurobonos, que ha sido tajantemente rechazada por Alemania. Sólo así los países en dificultades podrán financiarse a tipos razonables. Se dice que Irlanda o Grecia son insolventes, pero si Alemania tuviese que financiar su deuda al 9%, también acabaría siendo insolvente.

Es imprescindible ampliar la cooperación macroeconómica para reducir las diferencias de competitividad, que son el verdadero problema, pero sin reducir al mínimo común denominador los derechos sociales. El presidente del grupo socialista en el Parlamento Europeo decía en un reciente artículo que no es recortando el sistema social europeo como vamos a salir de la crisis. Pero, desgraciadamente, por ese camino vamos.

Hace falta también un verdadero presupuesto europeo, hoy limitado al 1% del PIB y para ello habría que dar a la UE un sistema de recursos propios. Pero también esa vía parece cegada ante la coalición de Francia, Alemania y el Reino Unido para congelar el presupuesto europeo.

Y hay que limitar la especulación contra las Deudas Públicas europeas. Para ello el BCE debería intervenir comprando Deuda Pública como hace la Reserva Federal americana. Y prohibir operaciones de venta a descubierto, sin lo cual ningún fondo de salvamento podrá tapar un pozo sin fondo.

Esos son los deberes que 2010 nos deja para 2011 y años siguientes. Seguro que ocuparán buena parte de estas cartas desde Florencia . •


No hay comentarios:

Publicar un comentario