I
En los pasillos del caudillaje,
donde el poder tiene sed,
un correo cruzó el aire,
sin permiso ni por qué.
García Ortiz lo recibe,
y su cuenta lo va a recoger,
es ajeno el mensaje,
¿por qué lo ha de tener?
De Ayuso resuena el nombre,
de su pareja también,
y entre juristas se mueven
los hilos del gran poder.
La fiscal Pilar lo cursó,
sin cuidar lo que se ve,
la ley dicta lo contrario,
y aún así lo deja ser.
¿Es descuido o es mensaje,
que la norma no se ve?
Pues la justicia requiere
que el correo no se dé.
Cuando preguntan a Pilar,
la respuesta no se ve,
se acoge según justicia,
y el silencio es su poder.
Entre los jueces corre el tiempo,
se busca aclarar el qué,
si un correo es un delito,
si el secreto ha de doler.
La ley siempre lo advertía,
en la norma se ha de ver:
de correos privados nada,
si el público está a sus pies.
La justicia está en juego,
los correos ya se leen,
aún espera el ciudadano,
que se cumpla el deber.
II
Hoy el Partido Popular reclama,
situación del Fiscal General,
en cuya mano ven sombras,
que oscurecen lo ejemplar.
Álvaro García Ortiz, en el centro,
envuelto en controversias de poder,
por correos filtrados que al descubierto,
sacan tramas que buscan socavar el deber.
El nombre del novio de Ayuso resuena,
por la ley de amnistía e imputación Begoña,
decisiones que Ayuso condena,
mientras Pedro su poder compra y emponzoña.
La Asociación de Fiscales exige su salida,
la imparcialidad, dicen, se perdió,
que su puesto mancha la justicia herida,
que la balanza ciega ya se quebró.
Pero hay voces que en su defensa claman,
sectores progresistas que en pie se alzan,
dicen que su dimisión sería llama,
que enciende una decisión injusta.
Entre fuerzas cruzadas, queda el destino
del que, en su silla, ve cómo el tiempo pasa,
en un juego de poder, tan fino,
donde la justicia se desgarra y enlaza.
III
En la neblina de secretos guardados,
donde la verdad se quiebra en mil pedazos,
una amenaza se alza insolente,
prometiendo no usar lo que sabe contra nadie,
mientras el peso de investigación sobre él cae.
Imputado, entre sombras inciertas,
el banquillo espera su confesión,
y si la justicia aún respira,
las cadenas de la culpa lo atraparán,
por buscar y usar el secreto ajeno,
como quien juega a ser de lo prohibido dueño.
Ayuso, un nombre que resuena en pasillos,
donde el eco de la política nunca calla,
pero no era ella el blanco, ni su hermano,
aunque la calumnia, disfrazada de verdad,
camina libre en el Congreso.
El delito, la revelación de secretos,
grave como cualquier traición,
es un puñal en la espalda del reo,
y más si viene de la Administración.
El Colegio de Abogados lo gritó al viento:
"el derecho a la defensa, vulnerado,"
que no tenía suceder en un acuerdo de abogado,
para asunción de consecuencias, de una inspección .
Desde la Moncloa,
con Pedro y Begoña,
la verdad o la mentira danza,
al compás de intereses ocultos,
mientras el intocable Ábalos antaño,
hoy cae como cortafuego,
en el altar de la conveniencia, sacrificado.
La cabeza de caballo no amenaza,
el tiempo testigo mudo observar,
el juego donde los amigos y enemigos,
se confunden en la sombra,
del poder, del lodo.
Sánchez, mentiroso,
para Zapatero,
de cambiante opinión,
se agarra al tablero,
las piezas moviendo,
para eliminar a Ayuso.
No habra tablas,
será la justicia,
ciega,
quién cerrará la partida,
con el brazo que su espada alza.
Si con justicia termina,
bienaventuranza!
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Este romance refuerza la crítica sobre la gestión de los correos filtrados, manteniendo un tono solemne y narrativo.
Se acentúa la intriga y el juego de poder dentro del sistema judicial, explorando las consecuencias de las acciones de García Ortiz y la fiscal Pilar Rodríguez con un enfoque directo y fluido.
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