Que el centro hable a la gente, no los margenes
Desde el centro de la razón y la concordia,
se alza la poesía que abraza la política,
buscando en su esencia la armonía perdida,
para que las leyes sean duraderas y justas.
En el tumulto de voces y de ideologías,
donde la polarización tiñe de amargura,
la poesía emerge como fuente de cordura,
tejiendo versos de diálogo y utopías.
Desde el centro se alza, sin radicalismos,
buscando puntos en común, acuerdos firmes,
una política que abraza a todos los seres,
dejando de lado rencores y abismos.
La poesía es un faro de palabras sabias,
que guía a los legisladores en su quehacer,
recordándoles la importancia de entender,
que las leyes deben ser justas y duraderas.
Que no sean producto de intereses mezquinos,
sino el fruto del consenso y la reflexión,
que respeten derechos y dignidad, sin excepción,
y construyan un futuro donde todos sean vecinos.
Desde el centro de la poesía y la razón,
se levanta la voz, suave pero persistente,
recordando a quienes ostentan el poder,
que la política se nutre de amor y empatía.
Que la lucha por el bienestar colectivo,
no debe desdibujarse en disputas vanas,
sino que sea el eje de cada acción humana,
para que las leyes sean duraderas y efectivas.
Que la política desde el centro se abrace,
construyendo puentes de entendimiento,
buscando siempre el bien común como cimiento,
y así, las leyes serán un legado que perdure.
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