Las reformas llevadas a cabo en la economía japonesa en el período 2001-2006, resolvieron algunos, pero no todos los problemas que originó la burbuja financiera de los años 90. Las medidas de Koizumi no se dirigieron con efectividad a las principales causas de la crisis y a la desaceleración de la economía japonesa. En general, el ritmo de la reforma en algunas áreas fue lento y no produjo resultados significativos1.
Con excepción de la mejoría en el crecimiento del crédito bancario a partir de febrero del 2006, el total de préstamos bancarios disminuyó en el período (2001-2006) a tasas anuales de alrededor del 2%. La situación de los bancos regionales, que financiaron sobre todo a las pequeñas y medianas empresas fue delicada, manteniéndose baja la rentabilidad bancaria en esta etapa, debido a que los bajos beneficios de las empresas dificultaban pagar las deudas a los bancos.2
Otro aspecto negativo es que la deflación persistió, aunque se observó una moderación de sus niveles. La política del Banco de Japón para combatirla, disminuyendo primero la tasa de interés de corto plazo hasta el nivel cero y luego inyectando liquidez al sistema financiero, no fue del todo efectiva. La deflación más moderada de 2003 y 2004 (Ver Anexo 17), respondió a factores externos, como el alza de los precios del petróleo, más que a una reversión definitiva del proceso a partir del fortalecimiento de la demanda japonesa.
El gran déficit público (Ver Anexo 18) permaneció como uno de los principales problemas económicos y a pesar de las medidas de ajuste del gobierno, las perspectivas para su solución no son nada optimistas. Esto responde a que, aunque la economía mostró algunas señales de recuperación, se mantuvo débil. Una de las razones que contribuyó a la disminución o bajo crecimiento de los ingresos fiscales, fueron los bajos beneficios empresariales en esa etapa.
Por otra parte, se mantuvo el saneamiento del sector financiero con los recursos del presupuesto, lo que afectó los gastos destinados al sistema de pensiones, que de hecho necesitaba más recursos por el envejecimiento de la población. Para 2050, por cada persona con más de 65 años, habrá sólo 1,5 personas en edad laboral.
Las exportaciones e inversiones (sobre todo de empresas dedicadas a la exportación) que constituían los principales impulsores de la relativa reanimación en esa etapa, se empezaron a ver afectadas. Si a ello se le agrega, que el ritmo de crecimiento económico continuó siendo bajo y que persistían las debilidades internas a las que se ha hecho referencia, se puede considerar que, a pesar de las mejores condiciones en diversos aspectos, la situación económica era en esencia frágil.
La débil reanimación no respondió a las medidas de desregulación y apertura impulsadas por el gobierno, sino a factores externos muy favorables como la mayor demanda global y el fuerte crecimiento de China, entre otras. En general, las propuestas gubernamentales basadas en el reforzamiento de los mecanismos de funcionamiento del mercado agudizaron la debilidad de la demanda, reforzaron la deflación y crearon condiciones para que se prolongara la situación de estancamiento económico.
En ese contexto, las empresas, posiblemente porque no confiaban en sus perspectivas de futuro, subieron muy poco los sueldos a pesar de haber aumentados sus beneficios, y preferían distribuir esos ingresos extras en pagas extraordinarias. Por otro lado, como las familias temían por su seguridad financiera futura, debido a la situación de incertidumbre que se vivía, el crecimiento en los ingresos no se traducía en un aumento en el gasto de consumo.
Algunas trasformaciones con trascendencia negativa relacionadas con el capital humano:
- Del empleo a largo plazo al empleo por contrato temporal.
- Del salario por antigüedad al salario de acuerdo con las utilidades.
- Desintegración de la mayoría de los sindicatos
- Largas jornadas laborales
- Disminución de los salarios
Ello conllevó a que en el año 2006 se ampliara la desigualdad social, que medida por el coeficiente GINI llegó a ser de 0.4983, el de mayor disparidad histórica. Las características fundamentales de dicha desigualdad fueron:
- Ampliación de la brecha del ingreso.
- Incremento de la población pobre.
- Polarización de las capas sociales.
- Decadencia de la moral.
La rehabilitación de las finanzas públicas de Japón tardará en completarse, pero una necesidad particularmente urgente, es la revisión de los gastos de seguridad social.
Indiscutiblemente el sistema de dirección de la economía en la etapa anterior a la de Koizumi, fomentaba una sociedad menos injusta. Koizumi fomentó un sistema donde unos pocos inversionistas y empresarios de las grandes ciudades conseguían riquezas al estilo estadounidense, mientras los pobres, los ancianos y la población rural eran víctimas de los recortes de presupuesto, con lo que empeoró el nivel de vida de los japoneses.
Otras de las debilidades en cuanto a la seguridad social, era el ineficiente control de su contabilidad, pues a pesar de la alta tecnología, con ordenadores y calculadoras sofisticadas, se cometieron un sinfín de errores informáticos que provocaron la desaparición de expedientes de jubilados, que reclamaron el pago inmediato de su dinero.
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