Cristina de la Sota - 05/11/2011 - 07:00
Grecia, Grecia, Grecia. El país heleno ha monopolizado la actualidad en los últimos días y a pesar de que la tormenta financiera amaina, una vez descartado el referéndum, cada vez son más los expertos que alertan sobre su eventual salida del euro. El riesgo aumenta cada día que pasa sin que se encuentre una solución definitiva para el país y el debate no hace más que avivarse entre quienes advierten sobre las consecuencias catastróficas de una quiebra de Grecia y aquellos que ven en la suspensión de pagos la única salida real para el país.
¿Qué opciones tiene realmente Grecia a día de hoy? Realmente pocas. O bien se ajusta al acuerdo alcanzado por la UE la semana pasada, un plan que contempla una quita del 50% a cambio de duros ajustes, o ante la tensión social -el país ha sufrido seis huelgas generales este año y otras ocho en 2010- termina optando por una quiebra desordenada que acabe forzando su salida del euro. Puede darse también el caso de que Grecia opte por la primera vía pero no logre alcanzar los objetivos fijados por la UE y el FMI, bien por oposición popular o falta de efectividad del plan, lo que termine abocando igualmente a una congelación de las ayudas y la posterior suspensión de pagos.
Cualquier opción resultará dura para Grecia pero las implicaciones para la zona euro o la economía mundial dependerán de cómo se acometa la reestructuración de la deuda a la que está abocada Grecia, ya sea en mayor o menor medida. Nadie duda que el país, con una deuda sobre PIB del 143% y la economía en plena recesión, no tiene otra salida si realmente quiere encaminar las finanzas públicas a la senda de la sostenibilidad.
El acuerdo para una quita del 50% es la deseada por la zona euro, no en vano los bancos franceses y alemanes son sus principales acreedores, pero esta solución está sujeta a unos duros planes de ajuste y precisamente la duda está en la capacidad del país para conseguir los objetivos en un entorno recesivo tan adverso. "No creo que la economía griega pueda pagar. Lo mejor sería que empezaran de cero. Si no hay una quiebra solo se prolongará el sufrimiento. Tendrán austeridad y medidas duras", alerta Mads Koefoed, estratega macroeconómico de Saxo Bank. "Grecia no podrá pagar ni con una quita del 50%", coincide Jesús Palau, profesor del Esade.
El problema es que la quiebra de Grecia y su salida del euro acarrearía muchas implicaciones negativas. "Tememos que sería un desastre financiero y económico para Grecia y para el resto de países miembros", alerta Citi en un informe.
En opinión de estos expertos los beneficios para Grecia de abandonar el euro, en otras palabras los aumentos de competitividad derivados de una drástica devaluación de la nueva moneda, resultarían poco duraderos y demasiado pequeños frente a los elevados costes para el país, mientras que para Europa supondría un duro golpe, por romper un tabú y aumentar la probabilidad de salidas adicionales, al tiempo que reduciría la credibilidad de la región, aumentaría el riesgo de fuga de capitales y desataría problemas de financiación para la banca. Acabaría desembocando en una recesión en la región. "No hay ninguna ventaja", coincide José Ramón Pin, director académico del IESE.
Los efectos inmediatos de una suspensión de pagos resultarían devastadores para Grecia. El Gobierno, con la financiación en el mercado cerrada y sin liquidez, incumpliría sus compromisos de pago de forma abrupta, lo que acentuaría la desaceleración económica griega. Société Générale cifra este efecto entre el 5% y el 10% del PIB. Pero la lista de efectos nocivos que cita esta casa no queda ahí. En su opinión, Europa cancelaría los fondos estructurales que recibe el país y las ayudas a la agricultura -lo que ahondaría aún más en la desaceleración-; las empresas griegas sufrirían aumentos de los costes de financiación y caída de la demanda, lo que dispararía aún más el desempleo; el sector financiero se vería abocado a una recapitalización al incrementarse el riesgo de fuga de depósitos, al tiempo que el país probablemente afrontaría restricciones comerciales y aranceles de Europa. Eso, sin mencionar la inflación o el aumento de la deuda sobre el PIB por la devaluación de la moneda nueva.
Habría que ver, por tanto, si el principal argumento que esgrimen quienes se muestran a favor de la suspensión de pagos, las ventajas de la devaluación de la nueva moneda para aumentar la competitividad, resultaba efectivo. Société Générale reconoce que el país sí se podría beneficiar de un aumento del turismo pero teme que las exportaciones, muy dependientes de importaciones para muchos de sus componentes, apenas se beneficiarían de los efectos de la devaluación. "El aumento de la competitividad de Grecia por la depreciación de la nueva divisa resultaría efímera en ausencia de una profunda reforma estructural del mercado laboral, el sector público y los mercados de productos", añade Citi. "En nuestra opinión una salida de Grecia del euro resultaría en un colapso financiero y en una recesión aún mayor de lo que está experimentando el país, probablemente una depresión", argumentan. El daño en la reputación es otro efecto a tener en cuenta pues un país que quiebra deja de tener acceso a financiación en el mercado durante años. Argentina aún no puede y quebró en 2001.
Los malos augurios para Grecia no faltan pero también hay quienes citan cada vez más el ejemplo de la suspensión de pagos de Argentina para recordar que quizá esta opción no sea descabellada. Un estudio publicado por los economistas del Centro de Investigación sobre Política Económica (CEPR) en octubre, titulado La historia de éxito argentina y sus implicaciones, apunta en esta dirección al resaltar que el país ha sido una de las economías de mayor crecimiento del mundo desde su suspensión de pagos.
Los autores argumentan que Argentina ha crecido un 94% entre 2002 y 2011 -este año el FMI prevé que concluya con un crecimiento del 8,1%-, además de acumular otros éxitos como la caída del desempleo al entorno del 8%, el fuerte aumento del gasto social -ha pasado al 14,2% del PIB- o la reducción de la pobreza, problemática que ahora sufre el 14% de la población cuando en 2001 afectaba a más del 50% de la ciudadanía.
El país consiguió recuperar el PIB previo a la recesión después de tres años de crecimiento, en el tercer trimestre de 2005, y alcanzó la tasa crecimiento potencial de los últimos 20 años en el primer trimestre de 2007. La inflación, que alcanzó máximos del 27% a principios de este año, es uno de los problemas que aún arrastra la economía aunque según el CEPR lo importante para la población es el aumento de la renta disponible, el empleo y la distribución de los ingresos.
Grecia, de acuerdo a los planes de ajuste previstos, probablemente tardará nueve años en recuperar el PIB previo a la crisis. "El camino argentino de declarar una suspensión de pagos lo suficientemente grande para reducir la deuda a un nivel gestionable debería considerarse con una alternativa. Para Grecia esta opción podría ser preferible a su trayectoria actual, incluso si ello supone salir también del euro", argumentan.
Lo cierto es que Grecia se enfrenta a un drama parecido al que padeció Argentina una década después de ligar su divisa al dólar. En un principio la indexación permitió al país abrir su economía y crecer -al igual que Grecia con el euro- pero los problemas llegaron cuando el dólar se apreció. Entonces sufrieron las exportaciones, los déficit aumentaron y el crecimiento se frenó.
El problema para quienes ven en la quiebra desordenada de Grecia demasiados riesgos estriba en las diferencias en las magnitudes de los desequilibrios. Cuando suspendió pagos, el déficit fiscal de Argentina rondaba el 3,2% del PIB y su deuda sobre PIB el 50%, niveles muy alejados de las cifras griegas. La crisis griega, además, se desenvuelve en un entorno de endeudamiento mundial alto, con los países vecinos debilitados y con la deuda griega muy enquistada en el sistema financiero, lo que aumenta el riesgo sistémico de una quiebra del país. Argentina, por contra, tenía vecinos que no estaban en crisis y contaba con una riqueza natural de la que carece Grecia que contribuyó a tirar de sus exportaciones.
La recesión en Argentina se prolongó cuatro años y supuso el 11% del PIB. El país impuso restricciones de capital y tanto la pobreza como el desempleo se dispararon. Eso sí, muchos argumentan que el pueblo sufrió más antes de la quiebra, en diciembre de 2001. La recesión se produjo entre 1999 y 2002 pero para 2003 el país ya empezó a crecer.
Escenarios que se abren
Una quita superior al 50%. El plan anticrisis anunciado por la UE la semana pasada contempla una quita del 50% de la deuda griega en manos de los acreedores privados. Este acuerdo, aún por cerrar, permitiría a Grecia reducir su deuda en casi 100.000 millones para situar la deuda sobre PIB en un nivel del 120% en 2020. La mayoría de expertos cree que será necesaria una quita mayor.
Planes de crecimiento. Cada vez son más los economistas que alzan su voz en contra de la hoja de ruta adoptada por la UE para Grecia. "La única forma de pagar es crecer", argumenta Jesús Palau, profesor del Esade, experto que aboga por la implantación de programas de gasto público dedicados a la inversión productiva como vía para reactivar la demanda.
El temido efecto contagio. La interconexión del sistema financiero internacional y el hecho de que Grecia forme parte de una unión monetaria hace temer que los efectos negativos de una suspensión de pagos del país se multipliquen. El efecto contagio a través de las primas de riesgo es el principal miedo aunque los acreedores del país heleno también serán grandes afectados.
Cierre del Mercado de deuda. Suspender pagos tiene implicaciones reputacionales que un país tarda en recuperar. La confianza en el país se desvanece y su capacidad para volver a financiarse en el mercado se pospone en el tiempo. Argentina quebró a principios de siglo y todavía no ha vuelto a emitir deuda a largo plazo en el mercado pese a la recuperación del país en los últimos años.
Islandia vuelve al crecimiento tras dejar caer al sistema financiero
El caso islandés, el país de 320.000 habitantes que se negó a pagar las deudas de sus bancos y que en agosto completó un programa de ayudas de 33 meses con el FMI como consecuencia de ello, ha recuperado la senda del crecimiento tras su colapso en 2008. Un ejemplo que se mira con atención desde Europa a medida que crece el descontento de la ciudadanía por los duros planes de ajuste que imperan en la región, difíciles de compatibilizar con el crecimiento.
Islandia optó por la vía dura para salir de la crisis y ha pagado caro por ello. La quiebra del sistema financiero después de años de excesos -llegó a apalancarse 12 veces su PIB- provocó un desplome de la divisa de más del 40%, llevó el paro de niveles inferiores al 1% a superar el 9%, disparó la inflación a tasas del 22% y provocó una fuerte caída del PIB. El programa del FMI ha logrado contener la inflación, estabilizar el tipo de cambio y devolver el país a la senda del crecimiento. Se estima que crezca el 2,5% este año y el próximo. Y desde el verano el país se financia en el mercado. En junio emitió bonos a cinco años por primera vez desde 2008.
Pero la calidad de vida del país se ha resentido mucho. Las subidas de impuestos y los recortes sociales han hecho mella y se calcula que la quiebra de los bancos ha costado a los islandeses el 20% de su PIB y una deuda que ronda el 100%.
Los problemas de los islandeses, además, podrían empeorar. De momento, el país ha rechazado en dos referéndum, el último celebrado en abril, devolver a Reino Unido y Holanda los 3.700 millones de euros que reclaman por la quiebra de sus dos principales entidades. El Parlamento islandés ha llegado a acuerdos para hacer frente a esos pagos pero la ciudadanía, pese a la mejora de las condiciones tanto en el plazo de devolución como en el tipo de interés, no ha aceptado el pago de momento.
La disputa está en los tribunales pero si Islandia aspira realmente a entrar en la UE, todo indica que tarde o temprano deberán pasar por caja y asumir la factura de sus entidades.
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