Esquelas falsas por fallecimientos de familiares, empleados deprimidos que, sin embargo, son descubiertos bailando en discotecas o enfermos de lumbalgia que se dedican a cargar cajas durante su baja cuestan a las empresas y a la Seguridad Social alrededor de 800 millones.
Por Arancha Bustillo
Dice un dicho popular que “para estar de pie, sentado, y para estar sentado, tumbado”. España ostenta el dudoso honor de ser campeona de los índices de absentismo laboral en Europa. El presidente de la CEOE, Juan Rosell, calcula que en nuestro país un millón y medio de trabajadores se ausentan cada día de su puesto de trabajo. Y eso que en tres años las bajas médicas aprobadas por la Seguridad Social han descendido en casi un 40%. Sin embargo, en 2010 la duración media de los procesos de baja fue de 33,15 días al año, según el último informe estadístico anual elaborado por el Sistema de Protección Social, mientras que en 2007 (antes de la crisis) la duración de estos procesos ascendió a 27,76 días.
Las cifras revelan que la delicada situación económica ha propiciado un descenso de las bajas de corta duración. Estas ausencias son las que más daño hacen porque las empresas son las que se deben hacer cargo de pagar al empleado de baja durante los quince primeros días de ausencia en su puesto laboral, además del complemento voluntario firmado por convenio y la cotización a la Seguridad Social.
Faltar al trabajo por enfermedad es un derecho innegable para cualquier trabajador. El problema es cuando esta falta no está lo suficientemente justificada o es sospechosa. En este caso se estaría hablando de absentismo fraudulento, que es el que se produce cuando “el trabajador simula una enfermedad, o la gravedad de la misma, de forma que dicha ausencia se prolonga más de lo debido con las consecuencias del incremento de costes para el empleador”, explica Ricardo Alfaro Puig, director de recursos humanos y de Organización Territorial de Asepeyo.
Según un estudio elaborado por IESE-IRCO en colaboración con ‘Persona Metaplacement’, Groupama y Grupo Eulen, “el absentismo laboral es un fenómeno complejo e inevitable en el ámbito laboral que, sin embargo, se convierte en un serio problema cuando sus cifras exceden los límites de un fenómeno residual”. En España “se pierden anualmente 60 horas por trabajador y el coste se cifra en 2.000 millones de euros”, de los cuales y según apunta José Ignacio Echegaray, socio de la consultora de recursos humanos ‘Persona Metaplacement’, “800 millones, o el 40% del total de absentismo –tal y como calculó la confederación de empresarios de Castilla-La Mancha– supondrían el coste de la ausencia fraudulenta”. Sin embargo, el presidente de la Asociación Española de Especialistas en Medicina del Trabajo (AEEMT), Antonio Iniesta, no cree que el absentismo falso suponga más del 20% del total de las faltas laborales actualmente.
Si bien es cierto que con la crisis “cada vez hay menos gente que se queda los lunes en la cama”, señala José Prieto, abogado del bufete Baker & McKenzie, “también hay más gente que simula una enfermedad para hacer otro trabajo”. Y añade que, “normalmente son las causas de carácter psicológico, como ansiedad y depresión, las más difíciles de detectar y las que en mayor medida están vinculadas al entorno fraudulento”.
Las armas de la empresa
¿Qué puede hacer la empresa para descubrir que un empleado está abusando de las bajas médicas? Según Alfaro Puig, las organizaciones pueden contar con tres tipos de herramientas ante esta problemática: “Las políticas activas de recursos humanos, la gestión del trabajo conjunto con los diferentes grupos de interés que intervienen en el problema (las mutuas y los representantes de los trabajadores) y la aplicación de la ley donde sea necesario”.
Pilar Jericó, socia directora de Be Up, cree que “habría que analizar dónde se produce el absentismo, buscar correlaciones y tomar decisiones como trabajar con el responsable para que mejore su estilo de liderazgo, o bien cambiar las condiciones laborales que están forzando esta situación”. Arnaud Guérin, director de la oficina de Madrid de BPI, considera que el absentismo es “un síntoma de que algo no funciona en la organización”. Por eso mismo, propone la comunicación entre el manager y su equipo como el primer paso para resolver este conflicto. “Hay que examinar la situación para saber qué está pasando”.
Dependiendo “del diagnóstico al que se llegue se podrá trabajar en la dirección correcta y poner en marcha medidas correctivas y comunicativas”. Guérin cree que las faltas al trabajo pueden deberse también a “la escasez de información a los trabajadores sobre la evolución funcional de la organización y al cambio de roles, horarios, tareas, etcétera”. Un estudio elaborado por MGA, compañía del Grupo Multiasistencia, indica que los planes de conciliación en las empresas podrían reducir la tasa de absentismo laboral en más de un 20%, lo que supondría un ahorro de más de un millón de euros en una corporación tipo de 5.000 empleados.
Cuando la comunicación no resulta suficiente y la empresa sospecha de algún trabajador que repetidamente falta a su puesto alegando causas difíciles de comprobar “la organización puede contratar los servicios de un detective”, explica Román Gil Alburquerque, socio de Sagardoy Abogados. “Las compañías deben acreditar con pruebas las sospechas que pesan sobre el empleado en cuestión”. Pero estos indicios que proporciona el investigador “tienen que ser muy claros y contundentes” para probar que se está estafando a la empresa y al Estado.
La compañía puede despedir al empleado por sospechar que está cometiendo fraude, aunque se encuentre de baja. Recuerda Gil Alburquerque, el artículo 52 del Estatuto de los Trabajadores, modificado el año pasado, recoge que es lícito despedir a un trabajador siempre que sus faltas de asistencia supongan el 20% de las jornadas hábiles en dos meses consecutivos, el 25% de las jornadas hábiles en cuatro meses alternos dentro de un periodo de 12 meses o cuando la media de las bajas supere el 2,5%.
No obstante, el despido se consideraría improcedente en un juicio si se probara que el empleado estaba de baja justificada y la empresa tendría que indemnizar al trabajador o reincorporarle a su puesto. “En el 90% de los casos la compañía opta por la indemnización”, asegura José Ignacio Echegaray. Si el despido se considera procedente, el empleado iría a la calle sin compensación monetaria.
En cualquier caso, según Luis Miguel Vázquez Carus, socio fundador del bufete Carus Abogados, “las medidas que adopte la empresa tienen que ser necesarias, proporcionadas e idóneas. Hay que demostrar la falta cometida por el trabajador y sancionarla correctamente, ya sea con una amonestación por escrito, una sanción de suspensión de empleo y sueldo o un despido”.
Propuestas
Para evitar este tipo de situaciones la CEOE considera “urgente” la creación de una nueva ley que regule las mutuas de trabajo de accidentes y enfermedades profesionales en el marco de la reforma de la negociación colectiva. Una propuesta con la que coincide el doctor Antonio Iniesta, quien cree que se deberían coordinar las mutuas, los equipos de prevención médicos y la administración y crear, para cada empleado, una historia clínica laboral que aporte un seguimiento de la plantilla.
José Luis Checa, subdirector de gestión de Fremap, asegura que las mutuas ya colaboran con la gestión de la prestación económica de Incapacidad Temporal por Contingencias Comunes. Aunque también pueden agilizar algo más los trámites y, para ello, “se revisa a los trabajadores a través de los servicios médicos y siempre con el consentimiento del propio trabajador y de la Inspección Médica, se pueden adelantar pruebas o tratamientos de rehabilitación con el objeto de evitar demoras innecesarias”.
La indiscreción de Facebook y el baile como cura
"La imaginación del absentista es ilimitada", según Fremap. La mutua asegura que se ha encontrado "desde falsificaciones de esquelas por fallecimientos de sus abuelos, hasta partes médicos falsos, invención de accidentes de tráfico y altas fraudulentas en la Seguridad Social, entre otras". Sin embargo, hoy las nuevas tecnologías están sirviendo a las empresas para descubrir estas situaciones. "La compañía es capaz de ver a través de las redes sociales como algún trabajador que está de baja médica o que ha pedido un permiso, está disfrutando en las fiestas de su pueblo o realizando actividades incompatibles con su enfermedad". El ‘quid’ de la cuestión está ahí, en la incompatibilidad con la baja. Algunos expertos consultados afirman que hay casos de ausencia por ansiedad o depresión que, tras días de seguimiento por parte de algún detective privado, se ha demostrado que el empleado en cuestión ha estado en alguna fiesta bailando. Para la justicia esto no supondría motivo de baja fraudulenta, pues la actividad que estaba realizando no impide su recuperación, sino todo lo contrario.
Mientras unos alegan que se deprimen si tienen que trabajar en una ciudad que no es la suya o en la que no tienen su lugar de residencia, otros se tienen que enfrentar con la justicia por ser descubiertos realizando alguna actividad atípica con su baja. Hay casos como el de un trabajador expatriado que, tras varios meses exigiendo a su empresa volver a España para trabajar en alguna obra, dice estar deprimido porque la ciudad donde tiene que realizar su tarea se encuentra lejos de la localidad donde está afincado sin que la compañía pueda obligarle a reincorporarse a su puesto. Hay otros, como el de una mujer que fue dada de baja por problemas físicos y fue despedida porque la descubrieron dando un paseo por la playa con su hermana. El médico le había recomendado este tipo de ejercicio para paliar su dolencia. Cuando situaciones como estas no encuentran medidas preventivas suelen pagar justos por pecadores.
En la costa, la ausencia laboral se lleva mejor
Faltar al trabajo no se lleva igual en las regiones del interior que en la costa. Al menos, eso es lo que indican algunos de los expertos consultados, quienes aseguran que en las zonas de costa es mayor el absentismo laboral. Tampoco es lo mismo trabajar en la industria que en el sector financiero. Menos aún con todos los movimientos que están sufriendo bancos, cajas de ahorros y aseguradoras. Con reestructuración o sin ella, José Ignacio Echegaray apunta que en las oficinas las faltas al trabajo se producen con menos asiduidad que en la industria.
Entre hombres y mujeres también existen distinciones. Según un informe de Adecco, para la mayoría de las empresas consultadas son las mujeres con cargas familiares las que más faltan a su puesto laboral, frente a los hombres con una situación parecida. No pasa lo mismo cuando no hay compromisos familiares. En este caso son los hombres los que más ausencias acumulan (14,8%) frente a un 9,3% de las mujeres. Con la crisis, el absentismo presencial no es el mayor de los problemas de las empresas. El emocional, aquel que se produce cuando no hay un compromiso con la compañía y existe un comportamiento desmotivador en el puesto de trabajo, es actualmente el que “requiere una solución con mayor dificultad”, indica el estudio del IESE sobre esta problemática. Este tipo de absentismo son horas de presencia pero con un nivel bajo de productividad e implica un importante coste para las compañías.
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