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miércoles, 4 de diciembre de 2024

Un labrador, un tractorista.

 A Mi Padre.


En campos de oro bajo el sol ardiente,
Se alza tu figura, noble y serena,
Labrador de manos firmes y valientes,
Forjando sueños en cada siembra.

La tierra conoce el peso de tus pasos,
El surco recto que traza tu arado,
Cada semilla es un latido en tus brazos,
Cada cosecha, un milagro trabajado.

Y en aquella foto, bajo el cielo infinito,
Con la mirada fija en el porvenir escrito,
Te veo junto al tractor, tu fiel aliado,
Hombre y máquina en esfuerzo confiado.

Fuiste un gran tractorista, maestro del volante,
Desde la mili, donde cogiste el primero,
Tu arte en el campo, sencillo y constante,
Dibujó en la tierra un futuro sincero.

Al alba te saludan los trigales,
Con el canto suave de la alondra,
El viento susurra entre los matorrales
Historias de esfuerzo que el tiempo nombra.

Con tu mujer, compañera de batalla,
Decidisteis que el saber era el tesoro,
Invertisteis en vuestros hijos con agallas,
Dejando en ellos amor y futuro como oro.

Tu piel curtida cuenta mil jornadas,
Bajo la lluvia, el frío y el calor,
Tus ojos reflejan lunas y alboradas,
Eres del campo guardián y protector.

Padre, en tu labor veo la grandeza
De quien vive en armonía con la tierra,
Tu integridad es faro y fortaleza,
Ejemplo vivo que mi alma encierra.

Hoy te dedico estos versos sentidos,
Con gratitud por tu legado entero,
Por enseñarme el valor de lo sencillo,
Por ser mi guía, mi orgullo verdadero.


Que sigas sembrando estrellas en el cielo,
Que tus raíces profundicen en mi ser,
Labrador íntegro, mi padre, mi anhelo,
En ti encuentro mi origen y mi querer.