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miércoles, 15 de junio de 2011

Cayo y los precarios

ULISES
ULISES
RAÚL DEL POZO
Almuerzo con Cayo Lara en el barrio de Arturo Soria. El menú es como los de Auxilio Social: con vino, chupito de aguardiente, carne a la brasa y ensaladilla rusa no llega a 20 euros, para los dos. Viene del barrio de Tetuán, donde lo han zarandeado los del 15-M. El error no fue ir, porque ha ido muchas veces, sino caer en el canutazo, hablar a la prensa desde unas siglas. Ya ha estado en otras ocasiones en esa plataforma. Ayer impidieron que desalojaran a una familia libanesa de dos niños. «Me arrojaron una botella de agua. Tienen razón».
En ese rosario de puños hay de todo, incluidos los de Izquierda Anticapitalista y los anarcos. El estado mayor es ATACC, muy responsable y solvente. «Mi hija estuvo varias semanas en la acampada de Sol», me cuenta Cayo. Luego me explica que fue a la universidad y habló del proletariado. «Los indignados dijeron: eso es hablar en chino. Nosotros no pertenecemos al proletariado sino al precariado». «Si no degeneran -explica- en la antipolítica y siguen con la bandera de la regeneración, bienvenidos sean».
Esperanza Aguirre les llama «eso». Mas declara que han pasado la línea roja. No saben que esto no es más que el principio. Ayer se alborotaron los pájaros en los robles australianos y los pinos de Córcega de la Ciudadella en el parque del Parlament de Cataluña. El general Prim miró de reojo cuando Mas, president del Govern, Núria de Gispert, presidenta de la cámara, y Joan Puigcercós, presidente de ERC, llegaron en helicóptero. Los partidarios de la independencia empiezan a tener dificultades para entrar a su parlamento, construido sobre la fortaleza militar del centralismo cuando los representantes catalanistas buscaban un rey para Cataluña por todas las cortes y nadie aceptaba.
Rubalcaba insinuó ayer, contestando a Soraya Sáenz de Santamaría, que el descontento en la calle también es activado con los rifirrafes parlamentarios. Cuando Soraya retrató al vicepresidente como la viva imagen de un gobierno agotado, Rubalcaba explicó que si los políticos han dejado de gustar a la gente es porque no resuelven sus problemas y se enfrentan entre ellos airadamente. «No voy a entrar en debates tóxicos para la democracia», dijo. Es cierto que esa delectación por el desorden la han animado los propios políticos. El estallido del 15-M no es como otros anteriores cuando surgieron rayos de un cielo azul. Aquí se adivinaba la tormenta. Al proletariado le ha sucedido el precariado. En Nanterre ya no estaban las tejedoras de algodón sino las bailarinas del Folies Bergéres.
Ha ocurrido lo que pronosticó Manuel Vázquez Montalbán: millones de jóvenes accedieron a sus 20 duros de marxismo y los arriesgaron en el tapete del juego ideológico, poniendo imaginación cuando se les acababan. Al final, arrojarán piedras contra los bancos y asediarán los parlamentos.

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