La tasa de ahorro de los hogares en los países avanzados ha disminuido hasta el 8% de la renta disponible
De pequeños, a muchos nos educaron en la virtud del ahorro y la previsión, junto con valores como el respeto, la responsabilidad y otras virtudes y hábitos de comportamiento que debían modelar y robustecer nuestro carácter. Pero en los momentos más críticos de la grave recesión por la que hemos atravesado, y ante un acusado rebrote del ahorro de las familias, se lanzó la consigna de que mejor era consumir. Si todos nos empeñábamos en ahorrar, se dijo, el gasto sería cada vez más pequeño y ello agravaría la recesión en curso en una espiral viciosa. ¿Es el ahorro una virtud privada y, al mismo tiempo, un vicio colectivo?
Desde el punto de vista colectivo, las respuestas son muy diversas si observamos la disparidad de las tasas de ahorro entre países. Los más ahorradores, en porcentaje del producto interior bruto, son los asiáticos, con China a la cabeza, que aparta el 54% del producto anual como ahorro. En el extremo opuesto encontramos a los Estados Unidos, que ahorran el 14% del producto.
En cualquier caso, la virtud o el vicio del ahorro tiende a menguar. En las últimas cuatro décadas, la tasa de ahorro de los hogares del conjunto de los países avanzados ha disminuido en promedio del 12% al 8% de la renta disponible. La crisis ha provocado un repunte de las tasas de ahorro por efecto de precaución, pero es probable que cuando el episodio de recesión y desempleo quede atrás se retome la tendencia de fondo.
Diversos factores explican la tendencia decreciente en la conducta ahorradora de los particulares en las economías avanzadas. La propia existencia de un Estado del Bienestar que asegura determinadas prestaciones en contingencias como desempleo, enfermedad o jubilación quita fuerza al argumento ahorrador. El grado de sofisticación del sistema financiero o los incentivos fiscales que establecen las autoridades también influyen sobre las preferencias de los particulares a la hora de decidirse entre ahorrar o consumir. Pero el factor de mayor peso es probablemente el demográfico. En la teoría del ciclo vital, los individuos ahorran a lo largo de su vida laboral y desahorran cuando dejan de trabajar; el envejecimiento de la población en nuestras sociedades, por tanto, implica un menor ahorro. Por el contrario, en las economías emergentes, la tasa de ahorro ha venido aumentando en los últimos años, gracias al dinamismo de su crecimiento y a la incorporación de generaciones jóvenes al mundo laboral.
Pese a esta tendencia decreciente del ahorro global, en los últimos años hemos oído hablar más bien de un exceso de ahorro. El actual presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, acuñó en 2005 el término saving glut para referirse a esta situación. El hecho es que en las economías avanzadas el volumen de ahorro ha venido superando el volumen de inversión en activos reales (infraestructuras, edificios, maquinaria, equipo), colaborando directamente en la notoria caída de los tipos de interés reales y en el consiguiente abaratamiento del capital. Sin embargo, podríamos estar a las puertas de importantes cambios estructurales. Las perspectivas para los años futuros son de contención del ahorro en los países emergentes por el mayor deseo de consumo de sus poblaciones, entre otros motivos. En las economías desarrolladas, la tendencia descendente del ahorro probablemente no va a variar. Al mismo tiempo, existe un cierto consenso en que la inversión global tenderá a aumentar, sobre todo por la demanda de países emergentes. Si ello es así, el resultado, entre otros, sería el fin de los bajos tipos de interés reales que hemos disfrutado hasta ahora, abriéndose una nueva etapa en el marco global del ahorro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario