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domingo, 6 de marzo de 2011

Debates para mejorar Europa y España



PRIMO GONZÁLEZ
Durante las  tres semanas que vienen, Europa va a ser un hervidero de ideas y propuestas para  ver de organizar  el futuro en cuestiones económicas y blindar a la Eurozona frente a posibles riesgos económicos de mayor enjundia, como los que han estado a punto de hacer descarrilar el proyecto del euro en las últimas fechas a causa de crisis que, bien miradas, no deberían haber pasado en ocasiones de meras anécdotas. Esta convulsión de ideas y proposiciones se está mezclando, como  quizás no debería ser, con el debate interno existente en Alemania sobre el futuro de la Unión Europea y el papel en el mismo del principal integrante de la organización.  No es el  único factor añejo que interfiere en la búsqueda de  un nuevo modelo de funcionamiento económico para la Unión. También intervienen cuestiones posiblemente colaterales pero que han adquirido protagonismo, como la capacidad del dúo franco alemán para tomar las riendas de la situación.
Casi todos los países se juegan cuestiones esenciales en el debate, entre ellos España, que ha tenido que ir ajustando, a regañadientes, su política económica a los dictados de la mayoría dominante en la Unión, cuando algunos de los pasos de Zapatero en el pasado reciente  nos conducían justamente en la dirección contraria a la dominante. Lo cierto es que la canciller alemana, Angela Merkelestá tratando de imponer un modelo de gobierno económico comunitario que hace chirriar  algunas de las costumbres y modos de hacer más arraigados en buena parte de los países de la Unión.
¿Cómo  imponer en el  ámbito comunitario la regla según la cual los salarios deben ser revisados ajustando su evolución sólo a la productividad, no a la inflación, como se hace en muchas partes, que incluso han elevado a los altares este mecanismo de conducta? Esta es una de las purgas que trata de hacer valer la tendencia dominante en la actual Unión Europea, cuya orientación ideológica conservadora es bien notoria, lejos del predominio socialdemócrata con el que se pusieron los primeros pilares del euro y de la Unión Monetaria, aunque entonces el diálogo entre ideologías estaba bastante mejor atemperado que en la actualidad, de modo que las diferencias estaban bastante más ajustadas al realismo. Romano Prodi y Jacques Delors publicaron el otro día un artículo conjunto con algunos otros líderes de la era fundacional del euro en el que sentaban cátedra sobre los principios rectores que debería poner en aplicación la nueva Unión Europea para remontar la actual crisis  organizativa y de principios.
Al margen del debate sobre la competitividad (que incluye el asunto de la regulación de los salarios) y sobre la edad de jubilación (que encentra obstáculos serios en numerosos países, no sólo España, en los que está bastante más arraigado el Estado de bienestar,asunto relativamente reciente en nuestro caso), el maremágnum de ideas y propuestas fundacionales que circularán con profusión por Europa estas tres próximas semanas, hay cuestiones que posiblemente nos atañen mucho más de cerca y en mayor medida, aunque no lo parezca,  como el funcionamiento futuro del sistema financiero (en donde tendremos bastante que decir) y el mecanismo de rescate a los países débiles de la zona (léase Estados de la periferia, o sea, los de la orilla mediterránea y alguna isla del norte), dos temas que han condicionado enormemente la imagen de España en el exterior y, de rebote, el coste de la financiación, con ataque muy directo a nuestros bolsillos, vía Euríbor.

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