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miércoles, 26 de enero de 2011

Sustituyamos al Alcalde por un experto con preparación profesional específica, seguro que en una gran mayoria de Ayuntamientos nos iría mucho mejor.

Sin Alcaldes Se Vive Mejor

by JESÚS FERNÁNDEZ-VILLAVERDE on 25/01/2011
Como se acercan en unos pocos meses las elecciones locales, hoy voy a proponer una idea sencilla: despidamos a todos los alcaldes. No a los de un bando o a los del otro, a los de un partido nacional o a los de uno local, despidámoslo a todos y así viviremos mejor.
Esto no es tan loco como a primera vista le pueda parecer, querido lector. Muchos países han adoptado medidas similares y con buenos motivos. Y como aquello de que el movimiento se demuestra andando, voy a contar mi propia experiencia con el tema.
Yo vivo en una ciudad que se llama Lower Merion, a las afueras de Philadelphia (EE.UU.). Lower Merion tiene unos 60.000 habitantes (59.850 en el censo del año 2000, así que ahora andaremos por 61.000-62.000). Para que nos hagamos una idea, en España (datos a 1 de enero del 2009), hay 8.112 municipios, de los cuales solo 124 tienen una población mayor que Lower Merion en el 2000 (y 7.988 tienen una población menor). Municipios comparables en términos de población serían Ávila, Irún o el Prat de Llobregat. Lower Merion es una ciudad de altos ingresos, donde viven muchos de los profesionales (abogados, médicos, directivos) que trabajan en Philadelphia. Por eso, una comparación en términos sociológicos podría ser con Majadahonda, a las afueras de Madrid y que tiene unos 68.000 habitantes. Dada su composición demográfica, no es de extrañar que sea una ciudad abrumadoramente demócrata: en las elecciones del 2008, Obama obtuvo el 70.4% de los votos y McCain el 29.1%.
Pero lo más importante para este artículo es que NO tenemos alcalde. Lo que tenemos es un city manager seleccionado por los concejales (que, como explicaré en un momento, son elegidos en elecciones locales). Y aunque esto no parezca ser más que un cambio de nombre, en realidad es reflejo de algo mucho más profundo.
Mi city manager, Douglas S. Cleland, no es un político (ni se si es demócrata o republicano ni me importa): es un experto con preparación profesional específica (tiene un master en administración pública por Ohio State en 1976) y muchos años de servicio, primero en otras ciudades y luego, desde 1984, en Lower Merion. Como tal Cleland es la cabeza de una administración profesional, eficiente, barata y con la que da gusto tratar.
En primer lugar, profesional. En todo Lower Merion no existe ni un solo cargo político. Todos y cada uno de los 428 empleados del ayuntamiento son profesionales seleccionados por criterios de valía por comisiones de recursos humanos en sus departamentos (jardines, bomberos, limpieza, etc). Están, además, contratados en régimen laboral normal y corriente, como si trabajasen para cualquier empresa privada. Entre otras muchas cosas, esto quiere decir que, cuando hay una nueva elección local, literalmente, no hay ni un solo empleado del ayuntamiento que cambie: son los mismos el día antes y el día después. A la vez, al estar en régimen laboral normal, no hay situaciones demenciales como las creadas por nuestra regulación del funcionario en España.
Consecuencia de ello es que Lower Merion funciona como una seda. Cada vez que tienes un problema, llamas al ayuntamiento y dos minutos después estás hablando con alguien que te lo soluciona sin necesidad de papeleos absurdos o copias triplicadas y compulsadas de tu DNI, certificado escolar o cartilla de vacunación a la que tan acostumbrados estamos en España cuando tratamos con una administración pública (y muchas veces incluso con una empresa privada). Cuando nieva (aquí esto importa mucho, créanme) las máquinas quitanieves retiran la nieve de manera rápida y completa. Los parques están limpios y la piscina pública a la que yo voy a nadar en verano es bien agradable.
Nuestros impuestos locales no son bajos pero cuando ves los servicios que tienes y miras en detalle el presupuesto de 52 millones de dólares (la ciudad te envía un boletín anual con el presupuesto, el número de empleados y un informe de auditoría independiente), uno se da cuenta que hay poco desperdicio con lo cual me justifico en llamar a mi ayuntamiento barato.
Y me preguntará alguno, ¿dónde está la democracia en todo esto? La democracia viene de los 14 concejales que se eligen en la elecciones locales (aunque de cada elección no se renuevan todos sino que se solapan, para dar mayor continuidad). Los concejales se reúnen y deciden, por ejemplo, si hay que construir una carretera nueva o arreglar un puente. Pero cuando se ha decidido que hay que arreglar un puente, es el city manager el que lo ejecuta. De igual manera, cuando el city manager se retira (o no cumple su trabajo de manera satisfactoria), los concejales buscan a uno nuevo pero de nuevo con criterios de profesionalidad. Por ello cuando hay elecciones, el city manager no se cambia por defecto aunque haya habido un cambio de mayoría de los concejales. Cleland lleva desde el 2002 en el cargo y antes de ello ya fue por 12 años el asistente del previo city manager.
Quizás la mejor manera de entender lo que hace el city manager es pensar en lo que hace un gerente en una comunidad de vecinos. Los vecinos se reúnen de vez en cuando y deciden, pongamos, reparar el ascensor. Pero una vez que está decisión se ha tomado, es el gerente el que se encarga de su implementación. El que el gerente sea del PSOE o del PP es bastante indiferente: lo que quieres es que sea un buen profesional que sepa tratar con los de la empresa de ascensores y te hagan la reparación bien y barata. De hecho muchas comunidades de vecinos de edificios grandes en Madrid o Barcelona tengan más habitantes que buena parte de nuestros municipios, con lo cual la analogía es incluso más transparente.
Otro aspecto interesante es que cada uno de los 14 concejales representa a un barrio (que se definen como grupos de población más o menos iguales para mantener la representatividad) en elección mayoritaria uninominal.
Mi barrio es el 9 (Bala Cynwyd) y mi concejal (el nombre aquí es commisioner) es George Manos. Manos es demócrata, aunque esto suele importar poco a la hora de votar. De hecho, hay muchas ciudades donde no te dejan presentarte a concejal con una etiqueta de partido (esto se llama non-partisan elections). Lo que importa es que Manos es un tipo competente, que le fue muy bien en la empresa privada por mucho tiempo y que, ya de mayor, decidió que se quería involucrar en la administración local. Como es obligatorio tener primarias a nivel de partido, Manos se presentó a las demócratas, fue literalmente de puerta en puerta (cuando estás en época de elecciones, te vienen constantemente a casa gente a contarte sobre su candidatura), convenció a más gente que los otros candidatos y ganó sin tener que pagar el peaje de “servicios al partido” que tenemos en España.
Total, ¿funciona el sistema? Pues mucho mejor que en Philadelphia (donde todavía tienen alcalde a la española) y creo que mucho mejor que en el municipio mediano de España. Y la experiencia de Lower Merion y muchas otras ciudades de EE.UU. no es única, pues otros países europeos tienen estructuras similares. Pero como de estas experiencias se menos, no voy a entrar en muchos detalles.
La única duda que me queda es si el sistema funcionaría en ciudades muy grandes, como Madrid o Barcelona donde, para bien o para mal, la visibilidad nacional del gobierno municipal es tan grande que sería muy complejo tener un city manager puro. Quizás lo que se podría hacer es que las ciudades de más de 100,000 habitantes (62 municipios a 1 de enero del 2009) mantuviesen un alcalde (pero con una administración mucho más profesionalizada) o (y esta es mi sugerencia) que en vez de un city manager, tuviesen un consejo de dirección con profesionales nombrados a tiempo fijo (como el del Banco de España) y que la presidencia del mismo fuera rotatoria.
Así que ya saben, el mejor alcalde…, ¡ninguno!

1 comentario:

  1. Bravo, un post muy inteligente. Ya dijo Aristóteles en su día que el mejor gobierno es una aristocracia, entendiendo por ella a un conjunto de gobernantes expertos (con una formación y aptitudes superior a la media).

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